Está tan cerca que parece un sueño. La toco con la mano abierta, recorriendo su figura. Bajo desde el cuello, donde mi mano estaba atrayendo su boca hacia la mía, y recorro toda la espalda, por un lado. La punta de mis dedos pasa por debajo de su axila, por el arranque de su pecho, por su cadera, por su cortísima falda. Y bajo ella me detengo.
- Christian, ¿qué te pasa?
- No pasa nada. Es sólo que me alegro mucho de que hayas vuelto –respondo.- Ven a la ducha conmigo. Ya.
La tomo de la mano y la saco del salón. Sé que le he dado la noche libre a Gail pero puede que aún no se haya marchado. Pero yo quiero a Anastasia desnuda, y la quiero ahora.
- Como quieras –susurra ella.
Ya no tengo prisa por seguir mi plan para esta noche. Ella y su presencia lo han cambiado todo, Anastasia me desarma. Thomas Tallis puede esperar, pero yo no. Abro el grifo del agua caliente para que la estancia se vaya llenando de vapor. Y la miro como si hiciera meses que no la veo.
- Me encanta tu falda. Es tan corta… Y tienes unas piernas maravillosas.
Me la como con los ojos y me desnudo también. Ella empieza a quitarse la ropa, primero los zapatos. Pero yo no quiero esperar más. Me acerco a Anastasia, empujándola con mi cuerpo hasta la pared de la ducha. Sé que se va a dejar hacer. Sé que ella también me desea.
- Quiero hacértelo ahora mismo. Te quiero follar rápido. Y duro.
Anastasia deja escapar un jadeo. Haces bien en empezar a jadear nena, y eso que estoy sólo calentando motores. Aprisiono su cuerpo entre el mío y los azulejos de la pared, obligandola a arquear su espalda para besarme, alzando su pecho. La beso con unas ganas contenidas que no puedo controlar. Beso sus ojos, su cuello, sus labios, sus pechos. Me agacho frente a ella, colocando mi cara a la altura de su ombligo, que beso también.
- ¿Aún tienes la regla?
- No –me dice en medio de un jadeo.
Apoyo mis manos sobre sus muslos, y las subo, arrastrando la corta falda verde con ellas, hasta llegar a las caderas. La falda recogida deja a la vista unas sencillas bragas de algodón blancas, que esconden lo que más deseo.
- Me alegro de saberlo.
Introduzco un dedo en mi boca, y lo humedezco. Sigo con él la línea de la goma de sus bragas, y lo introduzco por debajo, buscando su clítoris. Cuando lo encuentro todo su cuerpo se estremece, a sabiendas de lo que va a venir. Noto su olor, que me fascina, a través de la tela de las bragas. Y se las arranco de un tirón. Está medio desnuda, frente a mí, completamente mojada. Y yo a punto de llegar a mi parte favorita. Pocas cosas me gustan más en esta vida que separar los muslos de una mujer que está húmeda. Notar cómo no hay ninguna resistencia, cómo giran hacia fuera sus piernas, dejando al descubierto la más íntima de sus partes. Hundo la cara en su pubis, e inhalo. Anastasia me coge del pelo, guía sin querer mi cabeza hacia su interior y yo, obedezco. Busco con la lengua el clítoris, y me entretengo en él, mientras ella gime, cada vez más intensamente. Lo recorro entero, de arriba abajo, de lado a lado. Dejo que la punta de mi lengua se introduzca en el interior de su vagina, notando el tacto de sus piel ahí donde es más sensible.
A punto de estallar, me levanto, abriendo diestramente con una mano la bragueta de mi pantalón y dejando salir mi miembro, ansioso por encontrarse con ella.
- Sube, nena –coloco mis brazos alrededor de su cintura para ayudarla a escalar hasta mí.- Enrolla las piernas alrededor de mi cuerpo.
Justo cuando ella se coloca sobre mí, la penetro. Hondo. Y duro, como le había prometido. Dejo caer todo su peso sobre mí para hacer más intensa la sensación y ella se retuerce, cierra los ojos, se lame los labios. Acelero los movimientos, cogiendo su peso por las nalgas, levantándola y dejándola caer rítmicamente sobre mi pene. Está tan excitada como yo. Echa la cabeza para atrás, tira de la tela de su blusa, intentando despegarsela, queriendo arrancar los botones y liberar sus pechos. A medida que su excitación aumenta subo el ritmo de las embestidas, hasta que al final, estalla en un sonoro orgasmo. Y los espasmos de las paredes de su vagina me hacen estallar a mí también. Y me corro todo lo dentro de ella que soy capaz, apretando su cuerpo contra mí, abriéndole más las piernas con la presión de mis caderas.
- Yo diría que te alegras de verme –me dice risueña, mientras la ayudo a bajar al suelo de nuevo.
La beso, muy satisfecho.
- Y yo diría que mi alegría es más que evidente, señorita Steele. Anda, ven a ducharte conmigo.
Desnudar a una mujer que amo es una experiencia terriblemente nueva. Casi tanto como desnudarme sin reparos delante de una mujer que amo. Y tan nueva como amar a una mujer.
- ¿Cómo te ha ido el viaje? –le pregunto, y sigo desnudándola.
- Muy bien, muchas gracias por los billetes de primera clase –responde.- Podría acostumbrarme a viajar así, es mucho más cómodo.
- Acostúmbrate nena.
Uno a uno desabrocho los botones de la camisa hasta que se la quito por completo, y le bajo los tirantes de un sujetador tan blanco como las braguitas de algodón que llevaba antes, y me recreo en la vista de sus pechos, apareciendo bajo la tela.
- Christian, hay algo que tengo que contarte –dice, tímida, casi a media voz.
- ¿Sí? Adelante, cuéntame –respondo tirando su sujetador al suelo, encima de la montaña a que ha quedado reducida el resto de nuestra ropa.
- Envié unas cuantas solicitudes de empleo antes de salir para Georgia. Y… por lo visto he encontrado trabajo.
¿Trabajo? Rechazó las prácticas en mi empresa. ¿Dónde ha encontrado trabajo? He estado tan ocupado persiguiendo a Leila que me he olvidado de estar al tanto de los movimientos de Anastasia, y éstas son las consecuencias. Pero no quiero que lo note, no quiero estropear este momento.
- Mi más sincera enhorabuena, señorita Steele –finjo indiferencia.- ¿Y se puede saber dónde?
- ¿Pero es que no lo sabes? –pregunta.
Acierto cuando digo que me conoce muy bien. Ella misma se ha sorprendido de haberme pillado en un renuncio, de que no sepa dónde va a trabajar. Pero me vendrá bien para seguir con la pantomima del disimulo.
- No sé por qué iba a saberlo, tú no me has contado nada y que yo sepa la prensa tampoco lo ha hecho público hoy.
- Pensé que podrías haberlo investigado por tu cuenta. Ya sabes, por tu tendencia al acoso…
¿Acoso? No es acoso. Es control. Es cautela. No puedo permitirme no saber dónde está, no saber qué hace ni con quién.
- Christian, ¿qué te pasa?
- No pasa nada. Es sólo que me alegro mucho de que hayas vuelto –respondo.- Ven a la ducha conmigo. Ya.
La tomo de la mano y la saco del salón. Sé que le he dado la noche libre a Gail pero puede que aún no se haya marchado. Pero yo quiero a Anastasia desnuda, y la quiero ahora.
- Como quieras –susurra ella.
Ya no tengo prisa por seguir mi plan para esta noche. Ella y su presencia lo han cambiado todo, Anastasia me desarma. Thomas Tallis puede esperar, pero yo no. Abro el grifo del agua caliente para que la estancia se vaya llenando de vapor. Y la miro como si hiciera meses que no la veo.
- Me encanta tu falda. Es tan corta… Y tienes unas piernas maravillosas.
Me la como con los ojos y me desnudo también. Ella empieza a quitarse la ropa, primero los zapatos. Pero yo no quiero esperar más. Me acerco a Anastasia, empujándola con mi cuerpo hasta la pared de la ducha. Sé que se va a dejar hacer. Sé que ella también me desea.
- Quiero hacértelo ahora mismo. Te quiero follar rápido. Y duro.
Anastasia deja escapar un jadeo. Haces bien en empezar a jadear nena, y eso que estoy sólo calentando motores. Aprisiono su cuerpo entre el mío y los azulejos de la pared, obligandola a arquear su espalda para besarme, alzando su pecho. La beso con unas ganas contenidas que no puedo controlar. Beso sus ojos, su cuello, sus labios, sus pechos. Me agacho frente a ella, colocando mi cara a la altura de su ombligo, que beso también.
- ¿Aún tienes la regla?
- No –me dice en medio de un jadeo.
Apoyo mis manos sobre sus muslos, y las subo, arrastrando la corta falda verde con ellas, hasta llegar a las caderas. La falda recogida deja a la vista unas sencillas bragas de algodón blancas, que esconden lo que más deseo.
- Me alegro de saberlo.
Introduzco un dedo en mi boca, y lo humedezco. Sigo con él la línea de la goma de sus bragas, y lo introduzco por debajo, buscando su clítoris. Cuando lo encuentro todo su cuerpo se estremece, a sabiendas de lo que va a venir. Noto su olor, que me fascina, a través de la tela de las bragas. Y se las arranco de un tirón. Está medio desnuda, frente a mí, completamente mojada. Y yo a punto de llegar a mi parte favorita. Pocas cosas me gustan más en esta vida que separar los muslos de una mujer que está húmeda. Notar cómo no hay ninguna resistencia, cómo giran hacia fuera sus piernas, dejando al descubierto la más íntima de sus partes. Hundo la cara en su pubis, e inhalo. Anastasia me coge del pelo, guía sin querer mi cabeza hacia su interior y yo, obedezco. Busco con la lengua el clítoris, y me entretengo en él, mientras ella gime, cada vez más intensamente. Lo recorro entero, de arriba abajo, de lado a lado. Dejo que la punta de mi lengua se introduzca en el interior de su vagina, notando el tacto de sus piel ahí donde es más sensible.
A punto de estallar, me levanto, abriendo diestramente con una mano la bragueta de mi pantalón y dejando salir mi miembro, ansioso por encontrarse con ella.
- Sube, nena –coloco mis brazos alrededor de su cintura para ayudarla a escalar hasta mí.- Enrolla las piernas alrededor de mi cuerpo.
Justo cuando ella se coloca sobre mí, la penetro. Hondo. Y duro, como le había prometido. Dejo caer todo su peso sobre mí para hacer más intensa la sensación y ella se retuerce, cierra los ojos, se lame los labios. Acelero los movimientos, cogiendo su peso por las nalgas, levantándola y dejándola caer rítmicamente sobre mi pene. Está tan excitada como yo. Echa la cabeza para atrás, tira de la tela de su blusa, intentando despegarsela, queriendo arrancar los botones y liberar sus pechos. A medida que su excitación aumenta subo el ritmo de las embestidas, hasta que al final, estalla en un sonoro orgasmo. Y los espasmos de las paredes de su vagina me hacen estallar a mí también. Y me corro todo lo dentro de ella que soy capaz, apretando su cuerpo contra mí, abriéndole más las piernas con la presión de mis caderas.
- Yo diría que te alegras de verme –me dice risueña, mientras la ayudo a bajar al suelo de nuevo.
La beso, muy satisfecho.
- Y yo diría que mi alegría es más que evidente, señorita Steele. Anda, ven a ducharte conmigo.
Desnudar a una mujer que amo es una experiencia terriblemente nueva. Casi tanto como desnudarme sin reparos delante de una mujer que amo. Y tan nueva como amar a una mujer.
- ¿Cómo te ha ido el viaje? –le pregunto, y sigo desnudándola.
- Muy bien, muchas gracias por los billetes de primera clase –responde.- Podría acostumbrarme a viajar así, es mucho más cómodo.
- Acostúmbrate nena.
Uno a uno desabrocho los botones de la camisa hasta que se la quito por completo, y le bajo los tirantes de un sujetador tan blanco como las braguitas de algodón que llevaba antes, y me recreo en la vista de sus pechos, apareciendo bajo la tela.
- Christian, hay algo que tengo que contarte –dice, tímida, casi a media voz.
- ¿Sí? Adelante, cuéntame –respondo tirando su sujetador al suelo, encima de la montaña a que ha quedado reducida el resto de nuestra ropa.
- Envié unas cuantas solicitudes de empleo antes de salir para Georgia. Y… por lo visto he encontrado trabajo.
¿Trabajo? Rechazó las prácticas en mi empresa. ¿Dónde ha encontrado trabajo? He estado tan ocupado persiguiendo a Leila que me he olvidado de estar al tanto de los movimientos de Anastasia, y éstas son las consecuencias. Pero no quiero que lo note, no quiero estropear este momento.
- Mi más sincera enhorabuena, señorita Steele –finjo indiferencia.- ¿Y se puede saber dónde?
- ¿Pero es que no lo sabes? –pregunta.
Acierto cuando digo que me conoce muy bien. Ella misma se ha sorprendido de haberme pillado en un renuncio, de que no sepa dónde va a trabajar. Pero me vendrá bien para seguir con la pantomima del disimulo.
- No sé por qué iba a saberlo, tú no me has contado nada y que yo sepa la prensa tampoco lo ha hecho público hoy.
- Pensé que podrías haberlo investigado por tu cuenta. Ya sabes, por tu tendencia al acoso…
¿Acoso? No es acoso. Es control. Es cautela. No puedo permitirme no saber dónde está, no saber qué hace ni con quién.
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