- Ya hemos llegado Anastasia. Por favor, pasa –digo, abriéndole la puerta de cristal.
- Gracias –contesta, con una media reverencia.
Haciendo memoria, creo que es la primera vez que vengo en persona con una mujer al salón. Generalmente las traía Taylor, o venían en un taxi, previa llamada mía a Elena diciéndole que enviaba una chica, y que lo de siempre. Ahora entro por la puerta con Anastasia de la mano, una señal más de que las cosas son distintas esta vez.
Echo un vistazo al interior buscando con la mirada a Elena. No la veo, debe estar en el despacho. El salón está abarrotado. Clientas en todas las sillas de peluquería, masajistas, estilistas y chicas con escobas se mueven en silencio vestidas de blanco, mimetizándose con la decoración del local. Greta está sentada en la recepción, y me mira sorprendida. Después dedica una mirada de barrido a Anastasia, de arriba abajo. Ella también sabe que no suelo venir aquí con ninguna mujer. Apoyo con gesto cariñoso una mano en la curva de la espalda de Anastasia afirmando su presencia, y mi cercanía con ella, tratando de apaciguar la mirada de jaguar que está a punto de devorarla.
- Buenos días, señor Grey –me saluda solamente a mí, ostentosamente.
- Buenos días Greta –respondo frío a su saludo.
- ¿Lo de siempre? –pregunta señalando con la cabeza las cabinas interiores.
- No –digo casi atropelladamente, mirando de reojo a Anastasia, y sintiendo su alarma
Esto era lo que quería evitar. No quiero que Anastasia se sienta incómoda. Elena tendría que haber avisado a Greta de que esta vez era especial, y el comentario de la recepcionista es lo más parecido a El señor Grey trae a otra de sus sumisas para una depilación integral. Mierda.
- La señorita Steele te dirá lo que quiere, Greta –digo, girándome hacia Anastasia.
- ¿Por qué me has traído aquí? –me pregunta disgustada, entendiendo que éste es uno de los locales a los que traía a mis sumisas.
- Porque es mío, tengo otros tres, y éste estaba cerca de tu casa –digo, tratando de aliviar la tensión.
- ¿El local es tuyo? –levanta las cejas mientras lo pregunta.
- Sí. Ya sabes, una actividad paralela de Grey Enterprises. Todo lo que quieras, cualquier cosa, te la pueden hacer aquí. Y todo a cuenta de la casa. Hacen todo tipo de masajes: shiatsu, tailandés, turco, con piedras volcánicas, reflexología podal, baños de algas, de vino, de chocolate, tratamientos faciales… Ya sabes, todas esas cosas que os gustan a las mujeres.
- ¿Incluso depilación? –dice, supongo que recordando los términos de aquel contrato que nunca firmó.
- Incluso depilación –me acerco mucho a su oído para susurrar – completa.
Greta sigue mirándonos desde su silla detrás del mostrador, esperando alguna instrucción. Entonces Anastasia recupera el control sobre sí misma y se gira hacia ella, decidida.
- Me gustaría cortarme el pelo, por favor –con el rabillo del ojo explora mi reacción.
- Por supuesto, señorita Steele, déjeme mirar a ver cuándo estará libre Franco.
- Franco es el mejor estilista de la costa oeste. De todos los Estados Unidos, me atrevería a decir –informo a Anastasia mientras Greta consulta la aplicación de las citas.
Ana hace un gesto con los hombros, indiferente a mi despliegue de medios.
- Tiene un hueco dentro de cinco minutos –confirma Greta.
- Perfecto Greta, gracias.
De pronto me parece escuchar la voz de Elena por encima de las demás. Firme y pausada da instrucciones a alguien.
- Te dije que me avisaras. Márchate.
Una chica de blanco cruza el local y se aleja con la cabeza gacha. La misma chica que acaba de recibir una reprimenda por no haber avisado a Elena de que ya estábamos aquí. Sigo en sentido inverso con la mirada su trayectoria y descubro a la señora Lincoln cerrando la puerta de las oficinas. Se gira hacia nosotros y me busca con la mirada. Al encontrarse con mis ojos, sonríe.
- Disculpa un momento, Anastasia. Siéntate aquí si quieres, vuelvo en seguida –le muestro los sillones de piel de la sala de espera y avanzo hacia Elena, que no se mueve de donde está.
- Estás más guapa cada día que pasa – le digo saludándola, besándola en las mejillas.
- No debería sorprenderte tanto querido, trabajo en un salón de belleza equipado a la última –recibe mis besos ofreciéndome la cara.
- Equipado por mí –añado.
- Exactamente.
- Hasta el uniforme de la Esclava te sienta bien –le digo sorprendido, notando que lleva la misma ropa que el resto de las trabajadoras, aunque de otro color, de un sobrio negro.
- Qué gracioso estás hoy, Christian… -ríe mi broma-, ya sabes que ésta es la única ropa de Esclava que uso. Y no suelo hacerlo, pero Jacqueline está enferma y alguien tenía que sustituirla en la sala de masajes. Siento no haber salido a recibirte. Había dado órdenes de que me avisaran en el mismo momento que cruzaras por la puerta, pero al parecer nadie esperaba verte llegar andando.
- ¿Esperabais a Taylor? –pregunto, comprendiendo lo extraño de la situación.
- Algo así –sus ojos vuelan por encima de mis hombros buscando a Anastasia-. ¿Todo bien?
- Regular –respondo-. Greta ha tenido la poca delicadeza de preguntarme delante de Anastasia si quería “lo de siempre” –le cuento la anécdota con una sonrisa.
- Dios mío… lo siento Christian –ríe ella también-. Se habrá quedado helada.
- Eso me temo. No te preocupes, saldremos de ésta.
- ¿Es ella? –me pregunta con evidente curiosidad-. Creía que no iba a tener el placer de conocer a la afortunada jovencita que redimiera al señor Grey.
- Es ella –respondo, asintiendo con la cabeza, y sonriendo-. Quiere cortarse el pelo. Esta noche hay una gala benéfica en casa de mis padres y quiere estar perfecta.
- Has tenido suerte, ha habido una cancelación esta mañana y Franco ha quedado libre –me dice Elena siguiendo también con la mirada a Franco.
- ¿Suerte? Tú y yo somos los dueños de este local, me parece a mí que habríamos podido arreglarlo de cualquier manera. Elena hace un gesto de aprobación con las manos.
- Es muy bonita.
- Lo es.
- Debo entender entonces que se han resuelto vuestras… -duda antes de escoger una palabra- diferencias.
- Estamos trabajando en ello –le respondo yo.
- Y por lo demás, ¿cómo va todo? Hace días que no sé nada de ti.
- Es cierto. Han sido unos días complicados, y ha habido varias … complicaciones. ¿Recuerdas a Leila? ¿Leila Williams?
- Por supuesto. La pintora, me acuerdo perfectamente. ¿No crees que tiene un aire a…? –dice mirando por encima de mi hombro a Anastasia.
- Ese es justamente parte del problema. Parece que ha tenido algún percance en su vida personal. Hace unos días apareció en mi casa. Yo estaba en Georgia. Entró y en mi habitación intentó cortarse las venas.
- ¿Qué? –pregunta alarmada-. ¿Cómo es posible? Tenía entendido que se había ido para casarse.
- ¿Cómo lo sabes? –me sorprende que Elena tenga tanta información.
- Gracias –contesta, con una media reverencia.
Haciendo memoria, creo que es la primera vez que vengo en persona con una mujer al salón. Generalmente las traía Taylor, o venían en un taxi, previa llamada mía a Elena diciéndole que enviaba una chica, y que lo de siempre. Ahora entro por la puerta con Anastasia de la mano, una señal más de que las cosas son distintas esta vez.
Echo un vistazo al interior buscando con la mirada a Elena. No la veo, debe estar en el despacho. El salón está abarrotado. Clientas en todas las sillas de peluquería, masajistas, estilistas y chicas con escobas se mueven en silencio vestidas de blanco, mimetizándose con la decoración del local. Greta está sentada en la recepción, y me mira sorprendida. Después dedica una mirada de barrido a Anastasia, de arriba abajo. Ella también sabe que no suelo venir aquí con ninguna mujer. Apoyo con gesto cariñoso una mano en la curva de la espalda de Anastasia afirmando su presencia, y mi cercanía con ella, tratando de apaciguar la mirada de jaguar que está a punto de devorarla.
- Buenos días, señor Grey –me saluda solamente a mí, ostentosamente.
- Buenos días Greta –respondo frío a su saludo.
- ¿Lo de siempre? –pregunta señalando con la cabeza las cabinas interiores.
- No –digo casi atropelladamente, mirando de reojo a Anastasia, y sintiendo su alarma
Esto era lo que quería evitar. No quiero que Anastasia se sienta incómoda. Elena tendría que haber avisado a Greta de que esta vez era especial, y el comentario de la recepcionista es lo más parecido a El señor Grey trae a otra de sus sumisas para una depilación integral. Mierda.
- La señorita Steele te dirá lo que quiere, Greta –digo, girándome hacia Anastasia.
- ¿Por qué me has traído aquí? –me pregunta disgustada, entendiendo que éste es uno de los locales a los que traía a mis sumisas.
- Porque es mío, tengo otros tres, y éste estaba cerca de tu casa –digo, tratando de aliviar la tensión.
- ¿El local es tuyo? –levanta las cejas mientras lo pregunta.
- Sí. Ya sabes, una actividad paralela de Grey Enterprises. Todo lo que quieras, cualquier cosa, te la pueden hacer aquí. Y todo a cuenta de la casa. Hacen todo tipo de masajes: shiatsu, tailandés, turco, con piedras volcánicas, reflexología podal, baños de algas, de vino, de chocolate, tratamientos faciales… Ya sabes, todas esas cosas que os gustan a las mujeres.
- ¿Incluso depilación? –dice, supongo que recordando los términos de aquel contrato que nunca firmó.
- Incluso depilación –me acerco mucho a su oído para susurrar – completa.
Greta sigue mirándonos desde su silla detrás del mostrador, esperando alguna instrucción. Entonces Anastasia recupera el control sobre sí misma y se gira hacia ella, decidida.
- Me gustaría cortarme el pelo, por favor –con el rabillo del ojo explora mi reacción.
- Por supuesto, señorita Steele, déjeme mirar a ver cuándo estará libre Franco.
- Franco es el mejor estilista de la costa oeste. De todos los Estados Unidos, me atrevería a decir –informo a Anastasia mientras Greta consulta la aplicación de las citas.
Ana hace un gesto con los hombros, indiferente a mi despliegue de medios.
- Tiene un hueco dentro de cinco minutos –confirma Greta.
- Perfecto Greta, gracias.
De pronto me parece escuchar la voz de Elena por encima de las demás. Firme y pausada da instrucciones a alguien.
- Te dije que me avisaras. Márchate.
Una chica de blanco cruza el local y se aleja con la cabeza gacha. La misma chica que acaba de recibir una reprimenda por no haber avisado a Elena de que ya estábamos aquí. Sigo en sentido inverso con la mirada su trayectoria y descubro a la señora Lincoln cerrando la puerta de las oficinas. Se gira hacia nosotros y me busca con la mirada. Al encontrarse con mis ojos, sonríe.
- Disculpa un momento, Anastasia. Siéntate aquí si quieres, vuelvo en seguida –le muestro los sillones de piel de la sala de espera y avanzo hacia Elena, que no se mueve de donde está.
- Estás más guapa cada día que pasa – le digo saludándola, besándola en las mejillas.
- No debería sorprenderte tanto querido, trabajo en un salón de belleza equipado a la última –recibe mis besos ofreciéndome la cara.
- Equipado por mí –añado.
- Exactamente.
- Hasta el uniforme de la Esclava te sienta bien –le digo sorprendido, notando que lleva la misma ropa que el resto de las trabajadoras, aunque de otro color, de un sobrio negro.
- Qué gracioso estás hoy, Christian… -ríe mi broma-, ya sabes que ésta es la única ropa de Esclava que uso. Y no suelo hacerlo, pero Jacqueline está enferma y alguien tenía que sustituirla en la sala de masajes. Siento no haber salido a recibirte. Había dado órdenes de que me avisaran en el mismo momento que cruzaras por la puerta, pero al parecer nadie esperaba verte llegar andando.
- ¿Esperabais a Taylor? –pregunto, comprendiendo lo extraño de la situación.
- Algo así –sus ojos vuelan por encima de mis hombros buscando a Anastasia-. ¿Todo bien?
- Regular –respondo-. Greta ha tenido la poca delicadeza de preguntarme delante de Anastasia si quería “lo de siempre” –le cuento la anécdota con una sonrisa.
- Dios mío… lo siento Christian –ríe ella también-. Se habrá quedado helada.
- Eso me temo. No te preocupes, saldremos de ésta.
- ¿Es ella? –me pregunta con evidente curiosidad-. Creía que no iba a tener el placer de conocer a la afortunada jovencita que redimiera al señor Grey.
- Es ella –respondo, asintiendo con la cabeza, y sonriendo-. Quiere cortarse el pelo. Esta noche hay una gala benéfica en casa de mis padres y quiere estar perfecta.
- Has tenido suerte, ha habido una cancelación esta mañana y Franco ha quedado libre –me dice Elena siguiendo también con la mirada a Franco.
- ¿Suerte? Tú y yo somos los dueños de este local, me parece a mí que habríamos podido arreglarlo de cualquier manera. Elena hace un gesto de aprobación con las manos.
- Es muy bonita.
- Lo es.
- Debo entender entonces que se han resuelto vuestras… -duda antes de escoger una palabra- diferencias.
- Estamos trabajando en ello –le respondo yo.
- Y por lo demás, ¿cómo va todo? Hace días que no sé nada de ti.
- Es cierto. Han sido unos días complicados, y ha habido varias … complicaciones. ¿Recuerdas a Leila? ¿Leila Williams?
- Por supuesto. La pintora, me acuerdo perfectamente. ¿No crees que tiene un aire a…? –dice mirando por encima de mi hombro a Anastasia.
- Ese es justamente parte del problema. Parece que ha tenido algún percance en su vida personal. Hace unos días apareció en mi casa. Yo estaba en Georgia. Entró y en mi habitación intentó cortarse las venas.
- ¿Qué? –pregunta alarmada-. ¿Cómo es posible? Tenía entendido que se había ido para casarse.
- ¿Cómo lo sabes? –me sorprende que Elena tenga tanta información.
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