El olor a hierba recién cortada, a flores dulzonas y la brisa que mueve mis cabellos, hacen que suavemente vaya entornando los ojos y me sumerja en un sueño agradable y reposado. Cerca de mi oigo la voz de Christian y la de Teddy: están jugando. Giro mi cabeza hacia el lado derecho y observo que Phoebe duerme tranquila después de su comida.
Todo es sereno y apacible. Mi vida comenzó a cambiar hace mucho, pero no tanto como para no recordar lo vivido al lado de este maravilloso hombre, que me puso el mundo en bandeja sin condición alguna, sólo que le quisiera y me dejase querer. Son muchos los recuerdos en muy poco espacio de tiempo. La intensidad de nuestras vidas hacía que se acelerase, pero en realidad los que nos acelerábamos éramos nosotros.
Fueron tiempos difíciles en el que cada uno jugábamos a estirar de una cuerda imaginaria para ver quién tenía más fuerza si él o yo. Pero he de reconocer que era a partes iguales. Nuestro amor es tan profundo, que los dos tuvimos que ceder para llegar a buen puerto, a este puerto en el que ahora hemos atracado nuestra nave.
Son jugarretas del destino, en la que una inoportuna gripe tuvo mucho que ver. Y a veces me pregunto, de no ser por aquel primer encuentro ¿ nos habríamos conocido alguna vez ?. No lo sé, pero creo que no. El vivía en su mundo, del que no quería salir. No quería el trato con la gente, porque le habían hecho mucho daño, y no estaba dispuesto a sufrir más. Llegué yo, y todo cambió radicalmente, y fuimos los dos quienes sufrimos al unísono por el otro.
Nos amamos entonces y seguimos queriéndonos ahora con más fuerza, con más intensidad, porque ya no hay nada que nos perturbe. Ningún secreto, ninguna norma, ningún castigo. Nada hay en nuestro horizonte que nos dañe y cambie el rumbo de nuestra vida. Nuestros hijos nos han unido, si cabe , más y ahora sabe lo que se ha perdido durante muchos años. Pero sencillamente no había llegado nuestra hora, ni la suya ni la mia. El destino nos unió para siempre, porque somos dos seres que se complementan. Somos la mitad del otro, y sin esa mitad, no somos nada ni nadie.
No me arrepiento de lo vivido, por mal que lo hayamos pasado, porque la generosidad, bondad y entrega, es tanta que compensa todo lo anterior. No sé de ahora en adelante lo que la vida nos tenga preparado, pero si de algo estoy segura es de que mi vida está al lado de él y nada ni nadie podrá arrebatarme ese puesto. La ternura de su mirada, la bondad de su corazón, el amor que deposita en sus hijos, es el mayor premio que pudiera recibir mujer alguna. Es el mejor regalo del cielo que me vino una mañana lluviosa en Seattle, en una ridícula entrevista a un ignorado millonario al que puede decirse que caí de rodillas, rendida a sus pies, desde el mismo instante que le vi. ¿ Estamos destinados? ¿ Qué fuerza mágica nos impulso a estar juntos ? Simplemente la fuerte atracción que sentimos desde el momento que estrechamos nuestras manos. ( 1996rosafermu )
Todo es sereno y apacible. Mi vida comenzó a cambiar hace mucho, pero no tanto como para no recordar lo vivido al lado de este maravilloso hombre, que me puso el mundo en bandeja sin condición alguna, sólo que le quisiera y me dejase querer. Son muchos los recuerdos en muy poco espacio de tiempo. La intensidad de nuestras vidas hacía que se acelerase, pero en realidad los que nos acelerábamos éramos nosotros.
Fueron tiempos difíciles en el que cada uno jugábamos a estirar de una cuerda imaginaria para ver quién tenía más fuerza si él o yo. Pero he de reconocer que era a partes iguales. Nuestro amor es tan profundo, que los dos tuvimos que ceder para llegar a buen puerto, a este puerto en el que ahora hemos atracado nuestra nave.
Son jugarretas del destino, en la que una inoportuna gripe tuvo mucho que ver. Y a veces me pregunto, de no ser por aquel primer encuentro ¿ nos habríamos conocido alguna vez ?. No lo sé, pero creo que no. El vivía en su mundo, del que no quería salir. No quería el trato con la gente, porque le habían hecho mucho daño, y no estaba dispuesto a sufrir más. Llegué yo, y todo cambió radicalmente, y fuimos los dos quienes sufrimos al unísono por el otro.
Nos amamos entonces y seguimos queriéndonos ahora con más fuerza, con más intensidad, porque ya no hay nada que nos perturbe. Ningún secreto, ninguna norma, ningún castigo. Nada hay en nuestro horizonte que nos dañe y cambie el rumbo de nuestra vida. Nuestros hijos nos han unido, si cabe , más y ahora sabe lo que se ha perdido durante muchos años. Pero sencillamente no había llegado nuestra hora, ni la suya ni la mia. El destino nos unió para siempre, porque somos dos seres que se complementan. Somos la mitad del otro, y sin esa mitad, no somos nada ni nadie.
No me arrepiento de lo vivido, por mal que lo hayamos pasado, porque la generosidad, bondad y entrega, es tanta que compensa todo lo anterior. No sé de ahora en adelante lo que la vida nos tenga preparado, pero si de algo estoy segura es de que mi vida está al lado de él y nada ni nadie podrá arrebatarme ese puesto. La ternura de su mirada, la bondad de su corazón, el amor que deposita en sus hijos, es el mayor premio que pudiera recibir mujer alguna. Es el mejor regalo del cielo que me vino una mañana lluviosa en Seattle, en una ridícula entrevista a un ignorado millonario al que puede decirse que caí de rodillas, rendida a sus pies, desde el mismo instante que le vi. ¿ Estamos destinados? ¿ Qué fuerza mágica nos impulso a estar juntos ? Simplemente la fuerte atracción que sentimos desde el momento que estrechamos nuestras manos. ( 1996rosafermu )
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