- Luke Sawyer al habla –responde una voz al otro lado de la línea.

- Sawyer, soy Grey. ¿Qué ha pasado, hay alguna novedad?

- Más o menos, señor –carraspea, noto que se aclara la garganta.- Sabemos que al salir del hospital tomó el autobús express hacia Aurora Avenue.

- ¿Sabemos? ¿Y cómo lo sabemos?

- Sí señor, las cámaras de seguridad de la entrada del hospital lo registraron.

- Bien. ¿Y qué más sabemos?

- Que el autobús que tomó la señorita Williams iba a Seattle King St. Station.

- ¿La estación de autobuses?

- Sí señor. Cogió el 364, y esa línea no tiene más paradas hasta llegar allí –responde rápidamente.

- Estupendo, lo que me faltaba. Así que ahora se ha ido todavía más lejos. ¡Joder!

- Me temo que no, señor Grey –dice.- Sabemos que no subió a ninguno de los autobuses.

- ¿Cómo dice? ¿Puede que aún siga en Seattle? –Anastasia vuelve mañana, no sé qué prefiero. Esto es una pesadilla.

- Exactamente. No compró ningún billete, y hemos comprobado el registro de pasajeros de todos los que han salido a lo largo de la tarde, y le aseguro que no está en esa lista. No ha salido de Seattle, al menos por ahora. Hemos peinado la estación de arriba abajo y no hay rastro de ella. Pero seguiremos buscando hasta dar con ella, cueste lo que cueste.

- ¡Encuéntrala! ¿Me has oído bien? ¡Encuéntrala!

Lanzo el teléfono sobre la colcha de la cama, cabreadísimo. ¡Joder! Necesito encontrarla, necesito saber dónde está y averiguar qué le pasa, por qué se presentó en mi casa, que quiere de mí, después de tantos años.

- ¿Señor Grey? –Gail me llama desde el otro lado de la puerta.

- ¡Señora Jones! ¿Por qué no te has tomado el día libre? Vamos, tienes que descansar un poco –aprecio a esta mujer, a pesar de nuestro pasado turbulento. A menudo olvido lo que compartimos, y cómo hemos llegado hasta aquí.

- No hace falta, señor Grey, estoy bien; muchas gracias. Quería decirle que he encontrado algo esta tarde, al retirar la alfombra manchada de sangre.

- ¿Algo? ¿Cómo que algo?

- Mire –se acerca a mí con un sobre arrugado, y me lo entrega.

El sobre tiene escrito un número, el 346, y una dirección de Haller Lake: 128th St & Meridian Ave N.

- ¿Y tienes la menor idea de lo que puede ser esto? –a mí no me dice mucho. – Sea lo que sea sólo sé que está cerca de Haller Lake.

- Yo creo que es una parada de autobús, señor Grey. Y una línea. ¿Lo ve? –me señala el sobre.- Supongo que 346 es el número de la línea, y esto la dirección de la parada.

- ¡Joder! Es cierto. Vamos a mi despacho, lo miraremos en internet. De todos modos… ¿Haller Lake? ¡Llama a Taylor, deprisa!

Le lanzo mi teléfono mientras yo me apresuro a consultar en el ordenador la situación exacta de la parada de autobuses que había escrita en el sobre. Efectivamente, era lo que Gail decía. Y de pronto, tengo otra corazonada.

- ¡No responde, señor Grey! –me interrumpe Gail.

- ¡Pues sigue intentándolo hasta que coja! ¡No pares! –mierda, Taylor, coge el teléfono…

Tecleo la dirección del Northwest Seattle Hospital, y consulto las líneas  del  Seattle Hospital, y consulto las que  Gail me muestra .  Leila tomó la linea  de autobuses interurbanos que paran justo en la puerta de la entrada de psiquiatría. Como suponía, el 346 no pasa por allí, pero sí el 364, el autobús exprés que va a la estación central de King Street. Leila se equivocó de línea, no pretendía salir de la ciudad. Claro que sigue aquí, en Seattle.

- ¿Señor Grey? Es Jason, aquí tiene –la señora Jones me tiende el teléfono.

- ¡Taylor!

- ¿Sí, señor Grey?

- Escúchame bien, ¿alguna vez acompañaste a Leila a Haller Lake, verdad? –todas las piezas empiezan a encajar.

- Sí, de vez en cuando iba a casa de una amiga suya. Sonia, Sylvia… -hace un esfuerzo por pensar.- No recuerdo bien su nombre, pero empezaba por S.

- Ahí es donde va Leila Taylor, o donde ya ha ido –tengo el corazón acelerado.

- ¿Cómo lo sabe, señor Grey?

- No tengo tiempo de explicártelo ahora mismo. Ve a buscar a Luke y venid inmediatamente al Escala. Vamos a ir a casa de esa amiga de Leila. ¡Rápido!

Cuelgo el teléfono sin más, con la esperanza renovada de poder encontrarla. Gail me mira atónita, parada en el quicio de la puerta.

- Muchas gracias Gail, has sido de gran ayuda. Sin esta información tal vez no hubiéramos podido localizar a Leila.

- De nada, señor Grey. Es lo mínimo que podía hacer, después de lo que ha pasado –dice con un hilo de voz, a punto de romperse.

- No es tu culpa Gail, no te tortures. Y tómate la noche libre, por favor.

- Está bien. ¿Quiere que le prepare algo de comer antes? No ha tomado nada en todo el día.

- Comer es lo último en lo que puedo pensar en este momento.

Empiezo a atar cabos. Leila no tenía una casa en Seattle, o no exactamente. Vivía en una residencia de artistas, una especie de colegio mayor en el que una fundación les ofrecía alojamiento y espacio para montar un taller a un precio muy bajo, siempre y cuando se comprometieran a trabajar para su galería. ¿Pero cómo se llamaba? Han pasado casi tres años, y lo cierto es que nunca le presté demasiada atención a su vida personal. No sé dónde estaba, no sé con quién más vivía. Pero yo también recuerdo que tenía una amiga en Haller Lake.

- ¡Más deprisa! ¡Más deprisa! ¡Ah, Leila, qué bien lo haces!
Apretaba fuerte su cara entre mis manos, guiando sus movimientos.
- ¡Oh Leila! Sigue así, sigue así …

Me derramé entero dentro de ella, en medio de una inmensa convulsión. Levantó sus enormes ojos marrones con esa mirada del que acaba de triunfar, y sonrió.

- Nena, eres un espectáculo –dije mientras la levantaba hasta mi altura.- Estoy tan satisfecho que podría dejar de castigarte para siempre.

- No, Amo, eso no. Por favor. No creo que pudiera seguir viviendo sin un poco de su paleta de cuero de vez en cuando.

Reímos los dos, y comenzamos a vestirnos. Entonces ella intentó algo, por primera vez. Intentó saltarse las reglas.


-Amo, esta tarde hay una pequeña fiesta en casa de una amiga, en Haller Lake.