lunes, 28 de septiembre de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 31.7 - (Fans de Grey )

Mia revolotea alrededor de Anastasia como una mariposa, en su vaporoso vestido rosa. Está radiante, sonriente… se la ve feliz. Es un placer verla así, después de tanto tiempo lejos, en Europa.

- ¡Ana! Querida, tienes que venir a conocer a mis amigas. ¡Ninguna se cree que Christian por fin tenga una novia!

Anastasia me dedica una sonrisa preocupada, pero a mí, me divierte. Los amigos de Mia siempre han sido esa pandilla de jovenzuelos que venían a casa y hurgaban entre mis cosas y las de Elliot, divertidos de que Mia tuviera dos hermanos tan mayores. Incluso Lily llegó a ser divertida por un tiempo, cuando esperaba conquistarme.

Mia arrastra a Ana del brazo pradera abajo en busca de su grupo de amistades. Yo camino tras ellas, sin ninguna prisa por someterme a sus juicios, pero cuando llego a su altura Mia ya ha terminado las presentaciones y alcanzo a escuchar su conversación.

- Por supuesto, todas nosotras pensábamos que Christian era gay –es Lily la que habla, con una mueca que delata su rencor.

- Lily, haz el favor de comportarte –la reprende Mia, como si fuera su madre-. Es más que evidente que Christian tiene un gusto exquisito para las mujeres. Simplemente estaba esperando a que apareciera la adecuada. Y mucho me temo que ésa no eras tú, Lily, mal que te pese.

Las palabras de Mia me arrancan una sonrisa, más por mi defensa a ultranza que por el ridículo al que ha sometido a la presuntuosa de Lily, haciendo patente que se estaba poniendo en evidencia. Mia siempre entendió lo que su amiga quería de mí y pasamos muchas tardes riéndonos de sus vanos esfuerzos por atraer mi atención. El maquillaje, cuando aún eran demasiado pequeñas para llevarlo, las minifaldas, cuando apenas tenía formadas las piernas, algunos comentarios acerca de novelas picantes… Lo cierto es que Lily siempre se ha puesto en evidencia conmigo, y me duele reconocer que yo he sido la causa de que utilizase a Mia para estar cerca. Solía utilizar estratagemas, apuntarse con ella para hacer los proyectos de la escuela, fingir que eran muy íntimas para poder venir a casa.

Sonrojada, se esconde detrás de su máscara, y retrocede un par de pasos.

- Señoritas, si no es molestia, me gustaría mucho recuperar a mi acompañante –digo, pasando un brazo alrededor de la cintura de Anastasia y atrayéndola hacia mí.

- Ohhh… -una especie de mohín colectivo se alza en el grupo de amigas de mi hermana. Sí, chicas, me voy con mi pareja.

Anastasia sonríe al escuchar el lamento de las cinco jóvenes, y se despide de ellas, orgullosa de abandonar el grupo de mi mano.

- Encantada de conoceros, chicas. Y gracias por sacarme de allí –me dice, volviéndose hacia mí en un susurro.

- ¡Christian! –me retiene Mia-. ¿Has visto a mamá?

- Aún no.

- Entonces toma esto. Nos hemos repartido la lista de patronos de la subasta para ir a dorarles la píldora y agradecerles su participación, como todos los años. Te tocan doce. ¡Suerte! –Mia me guiña un ojo y vuelve con sus amigas.

Suspiro profundamente, y tomo de nuevo a Anastasia del brazo.

- He visto que entre las amigas de Mia estaba Lily. No me gusta, no es una buena persona –le confieso a Ana.

- Es solamente que le gustas, Christian –trata de tranquilizarme, pero no conoce toda la historia.

- Pues el sentimiento no es en absoluto mutuo. Anda, vámonos de aquí. Tenemos mucha gente a la que saludar.

La siguiente hora pasa entre un ir y venir de camareros vestidos de blanco portando los más deliciosos piscolabis, catas de champán de diferentes cosechas, sorbetes de frutas exóticas. Compañeros de la universidad, rivales del trabajo, familia lejana. Actores y actrices, arquitectos, diseñadores, deportistas… No falta nadie, y apenas hay alguien a quien realmente quiera ver. En fin, así son estas cosas. Lo que en realidad me gustaría sería llevar a Anastasia a un aparte y preguntarle qué tal le van las bolas de plata. Si está cómoda con ellas, o si tal vez preferiría que se las quitase… Pero cada vez que creo que he encontrado el momento para dirigirme a ella y buscar un rato para nosotros, alguien aparece.

Me fuerzo a saludar a los patronos de la subasta antes de que me ataquen por sorpresa. A mi lado, Anastasia trata de fingir normalidad cuando la señora Washington nos cuenta que ha donado un bolso y una cartera Gucci valorados en doce mil dólares, o cuando la señorita Gia Matteo reconoce que su aportación es un estudio de paisajismo para jardines. La lista de colaboradores es infinita. Recorro con los ojos la tarjeta con la lista que me ha pasado Mia. Veo con alivio que la señora Lincoln ha quedado en su parte de la lista. Me quedan el doctor Larin y su esposa, que han donado una semana a bordo de un yate, los señores Austin, los vecinos de al lado, que han aportado un auténtico espejo veneciano de cristal de Murano, y el doctor Lace-Field, que ha donado algo que debería comprar yo para Anastasia. Una primera edición de Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Ya veremos cómo va la noche.

- ¡Christian Grey! Dichosos los ojos. Hace tiempo que vengo intentando tener una audiencia contigo pero algún misterioso filtro en tu oficina me lo impide –el señor Eccles, un contratista de Alaska, se acerca a nosotros con la mano por delante-. Un placer encontrarte, al fin.

- Señor Eccles –respondo a su apretón de manos sin entender por qué no he tenido noticias suyas en ningún momento. Mentalmente, me apunto preguntarle a Ross si es ella el misterioso filtro-. Permítame que le presente a la señorita Steele.

- Señor Eccles –Anastasia le tiende una mano que Eccles besa con reverencia.

- Es usted una visión divina, señorita. Y dígame, ¿trabaja usted con el señor Grey? Tal vez pueda contarme por qué nunca obtengo respuesta.

- Lamento decirle que no, señor Eccles. Trabajo en una editorial.

- Interesante, ¿la conozco? –pregunta el contratista.

- Es posible que no, se trata de una editorial modesta. SIP –responde Anastasia con humildad.

- Por supuesto que la conozco. Es más, en ciertos ambientes se rumorea estos días que ha sufrido una OPA hostil.

- Yo no soy más que la asistente del director, mucho me temo que no sé nada de estas cosas, señor Eccles.

Sonrío para mis adentros ante la triunfal salida de Anastasia que, a juzgar por el tono amable con el que lo ha dicho, no debe estar enfadada conmigo por haber comprado su editorial. Justo entonces el maestro de ceremonias anuncia que la cena está servida, y nos despedimos del contratista.

- ¡Anastasia, querida! ¡Qué alegría volver a verte! –Grace saluda cariñosamente a Ana cuando nos sumamos a su pequeño grupo en la mesa principal de la carpa-. Estás espléndida.

- Madre –la saludo con dos besos.

- Hijo por favor, qué protocolario. Soy tu madre, ¿recuerdas?

- Abuela, abuelo –me acerco con Anastasia a los padres de Grace, que comparten mesa con nosotros-, me gustaría presentaros a Anastasia Steele.





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