lunes, 21 de septiembre de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 30.28 - ( Fans de Grey )

Un carraspeo sigue a las dos palabras que Taylor acaba de pronunciar jodiendo nuestro momento. Suelto a Anastasia y la aparto de mí bruscamente. Taylor me ha asustado. Por el amor de Dios, ¿cómo es posible que este hombre no tenga la delicadeza básica necesaria para carraspear primero, e interrumpir después?

- Taylor -digo, escrutando su gesto con la mirada. Por su expresión sé que ha habido novedades y que es necesario que hablemos. Ahora. En privado

-. Vamos a mi despacho. Adelántate, ya mismo estoy contigo.

Mientras Taylor cruza el salón en dirección a mi estudio me inclino de nuevo sobre Anastasia. Esto no ha terminado, y va a terminar después.

- Vamos a dejar esto para otro momento, nena -susurro en su oído.

Una vez en mi estudio Taylor saca del bolsillo interior de su chaqueta un sobre de papel de estraza marrón, y me lo tiende.

- Son los documentos relativos al otro equipo de seguridad, señor Grey. El que se ocupará de su vigilancia en el caso de que se separe de la señorita Steele y tengamos que disponer de dos unidades simultáneas.

- Gracias, Taylor. Cierra la puerta, haz el favor -señalo con un gesto la barra de la cocina en la que Anastasia sigue haciendo girar el batidor de huevos en el bol. No quiero que oiga nuestra conversación-. ¿Alguna novedad?

- Eso creo, señor Grey. Hemos obtenido de las cintas de seguridad de la armería una imagen que, aunque no es demasiado nítida, muestra una chica que podría ser la señorita Williams. Un equipo de expertos a las órdenes de Welch lo está comprobándolo en estos momentos.

- De acuerdo -avanzo hacia la puerta dando por finalizada nuestra conversación, y la abro. Tengo que entrevistar a los nuevos hombres, pero ahora voy a comer-. Y estos dos -digo, levantando en el airé las hojas con el historial profesional de los dos nuevos guardaespaldas-, ¿están aquí ya?

- Sí señor. ¿Les hago pasar? Están esperando el itinerario de esta tarde y el plan exacto que van a seguir para la cena benéfica.

- No, yo os avisaré en diez minutos. Tengo algo que hacer antes.

- Estaremos listos y esperando su llamada, señor Grey. Señorita, que aproveche -se despide de Anastasia con un gesto de la cabeza.

Anastasia abre y cierra las puertas de los armarios de la  cocina y responde a Taylor con una sonrisa. Saca dos platos y los coloca en la encimara, sobre un par de pequeños manteles que ni siquiera yo sabía que tenía.

- ¿Comemos? -me pregunta con una sonrisa de satisfacción.

- Por favor, estoy hambriento.

- ¿Hay algún problema? -siguiendo su mirada caigo en la cuenta de que aún llevo en la mano los informes de los equipos de seguridad.

- No -respondo, guardando despreocupadamente los papeles en el bolsillo trasero de mis pantalones vaqueros y pruebo la comida-. Está deliciosa la tortilla, Ana. ¿Te gustaría acompañarla de una copa de vino?

- No me apetece, gracias.

- Como quieras.

Anastasia come despacio, como siempre, como un pajarito ahíto que ya no tuviera más hambre. No hay forma… Trato de apartar de mi cabeza la sucesión de problemas de la mañana, y me levanto para poner de nuevo la música. No quiero discutir, el silencio en este momento se me hace pesado.
Y funciona. La conversación empieza a fluir con facilidad sobre mi infancia. Sobre la parte de mi infancia de la que no me importa hablar. Que si Grace quería que aprendiéramos un idioma, a tocar un instrumento musical, un arte marcial cada uno… Anastasia parece divertida con mis historias de juventud, y a mí me relaja verla tan a gusto. Hablar de mi familia me trae a la mente la cena de mis padres.

- ¿Has pensado ya qué vas a ponerte esta noche? ¿O voy a tener que escoger por ti?

- Aún no lo he decidido… Pero, ¿has elegido tú toda la ropa que hay en el vestidor?

- No, fue una personal shopper de Neiman Marcus. Yo simplemente le di tu talla y una lista con las cosas que quería que comprara para ti. Así qué debería ser todo de tu medida. Ah y, creo que debes saber que he contratado un par de hombres de seguridad para esta noche y los próximos días. Leila sigue en alguna parte de la ciudad, no sabemos dónde, y es impredecible. Lo más sensato es actuar precavidamente y evitar que salgas sola a la calle. ¿De acuerdo?

- Sí, claro. De acuerdo -lo escueto de su respuesta me hace pensar que estará rumiando algo para más tarde.

- Bien, voy a informarles de todo. No tardaré mucho en volver -dejo la servilleta al lado del plato vacío de la tortilla y Anastasia me retiene.

- ¿Cómo? ¿Están aquí?

- Sí -zanjo el tema levantándome de la banqueta y llevando mi plato al fregadero.
Taylor me espera en el recibidor con dos hombres vestidos de riguroso negro, que más bien parecen camareros que guardaespaldas.

- Señor Grey -me saluda Taylor-, ya hemos establecido los protocolos básicos de seguridad de acuerdo a las directrices de Welch. Únicamente queda por confirmar su recorrido de esta noche entre el Escala y la mansión de los señores Grey.

Uno de los dos hombres despliega una tablet en la que aparece un mapa de la ciudad de Seattle. Rápidamente explica qué rutas conviene coge y qué rutas es mejor evitar. Han montado un dispositivo conectado a las cámaras de seguridad vial de la ciudad, de modo que si nos ceñimos a sus indicaciones es posible peinar en recorrido antes de hacerlo.

- Buen trabajo. Cargadme las rutas en el GPS del Audi, y haced lo mismo con el navegador del coche de Anastasia. Está aparcado junto al mío. Saldremos de aquí sobre las siete. No quiero estar pendiente de vuestro coche: es vuestro trabajo y confío en que lo haréis y lo haréis bien. En la fiesta os ruego la mayor discreción. No me gustaría que se organizara un revuelo a costa mía y mi seguridad personal.

- Descuide, señor Grey. A las siete estará en la puerta el coche que les escoltará hasta casa de sus padres, y otro dos hombres están allí ya vigilando los movimientos del exterior. Con el trajín del catering puede ser más fácil colarse, y no queremos correr ningún riesgo.

- Perfecto. Caballeros, buenas tardes. Ah, y, por favor, que se pongan una indumentaria un poco más discreta.

A Anastasia no le va a hacer ninguna gracia tener que seguir unas rutas que, según ella, estarán decididas por mí. Y no atenderá a razones, por mucho que quiera explicarle que es por su seguridad. Y mucho menos querrá dejar que dos gorilas la acompañen día y noche hasta que esto termine. Tengo que encontrar una manera de compensarla por estos sacrificios. Sé lo que ella quiere. Quiere tocarme. Quiere poder acercarse a mí sin que huya. Pero, ¿cómo? Necesito establecer un límite, una línea, un principio y un final del espacio tolerable. Eso es. Una línea.







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