-¿La misma chica que grabó la canción de Toxic en tu iPod, Chrisitan?
- Sí –respondo angustiado, pensando en la tóxica letra de aquella canción, y las consecuencias que tiene ahora, a la luz de los nuevos acontecimientos: It’s getting late, To give you up. I took a sip, From my devil’s cup, Slowly, It’s taking over me.
- Sí, es ella –respondo, tratando de poner un poco de orden en mis pensamientos-. Cuando se acercó a ti, ¿dijo algo, nena?
- Sí –responde Anastasia, atusándose el cabello con las manos, nerviosa-. Me preguntó algo, ¿qué tienes tú que yo no tengo?
- ¿Y qué le respondiste?
- ¡Nada! –Anastasia me mira alarmada, subiendo el tono de voz-. No sabía a qué se refería, ni sabía quién era. ¿Qué querías que le respondiera?
- Lo siento, lo siento. ¿Qué más te dijo?
- Ella no dijo nada más. Yo le pregunté que quién era, y solamente me respondió que no era nadie. Eso es todo –me dice, abriendo las palmas de las manos en señal de conclusión.
Suspiro hondamente, momentáneamente paralizado por el peligro. Anastasia ha vuelto a correr un riesgo innecesario por mi culpa, y no puedo permitir que se repita. Me debato entre confortarla y empezar a tomar medidas, y opto por lo segundo. Salgo de la cama y me pongo los pantalones. Busco en ellos mi Blackberry y presiono la tecla de marcación rápida de Welch.
- Welch –responde una voz al otro lado de la línea. Salgo de la habitación de Anastasia antes de contestar.
- Welch, soy Grey. Leila Williams está en Seattle –echo un vistazo con el rabillo del ojo a la habitación de Anastasia, he notado movimiento. Pero es simplemente que se está levantando de la cama.
- ¿Cómo dice? ¿Está aquí? –pregunta Welch con tono de preocupación.
- Sí, ayer fue a ver a Anastasia. Necesito que recuperes las cintas de las cámaras de seguridad de la ciudad. ¿Tienes aún ese contacto en la junta?
- Sí, por supuesto –dice Welch a la vez que la puerta de la habitación se abre y Ana sale con mi camisa puesta – ¿Está seguro de que era ella?
- Sí. Apareció en la puerta de SIP ayer por la tarde.
- ¿A qué hora fue exactamente? –me pregunta.
Aparto un momento el teléfono de la cara y me giro hacia Anastasia que está en la cocina.
- Ana, ¿a qué hora saliste de trabajar ayer, exactamente?
- Pues… hacia las seis, seis menos diez exactamente.
Recupero la llamada y sigo hablando con Welch.
- A las seis menos diez.
- Bien. Revisaré las cámaras y averiguaré cómo llegó, y cuándo.
- Sí, averígualo.
- ¿Cree que podría meterse en problemas, señor Grey?
- No lo creo, pero tampoco pensaba que habría hecho lo que hizo, y ya ves. Tenemos que encontrarla –y tenemos que encontrarla rápido, antes de que vuelva a hacer otra estupidez.
- De acuerdo, señor Grey. Empezaré ahora mismo. Tenemos que encontrarla antes de que haga algo y sea la policía la que de con ella. O los incompetentes del hospital.
- Lo sé. Y no sé cómo puede acabar esto… –ambos recordamos cómo acabó esto la última vez.
- Hable con Anastasia, dígale que tenga cuidado –me advierte Welch-. Tendremos que activar el dispositivo de protección de nuevo para evitar que esto se repita. Es duro decirlo así pero si Anastasia es el señuelo para encontrar a Leila, tenemos que aprovecharlo.
- No deberíamos llegar a eso –digo yo.
- Lo sé. Pero es necesario contemplar todas las opciones.
- Está bien, hablaré con ella. Averigua todo lo que puedas y házmelo saber inmediatamente. Tiene problemas, Welch, tenemos que encontrarla.
Cuelgo el teléfono y me dejo caer pesadamente en el sofá. Si Leila ha vuelto a la ciudad, si es que alguna vez se marchó, quiere decir que no va a darse por vencida. Si ha ido a buscar a Anastasia es que quiere recuperarme, y que hará lo imposible por conseguirlo.
- ¿Quieres tomar un té? –me pregunta Anastasia, acercándose a mí.
Lleva puesta solamente mi camisa, con un botón abrochado a la altura del pecho, y el movimiento hace que su terso vientre y su ombligo queden a la vista.
- En realidad, preferiría volver a la cama.
- Pues yo necesito un poco de té –responde, adivinando la lujuria en mi mirada y apartándose hacia la cocina de nuevo-. ¿Quieres una taza tú también?
- De acuerdo, gracias.
Welch me ha dicho que hable con Anastasia, que le advierta de lo que ocurre, para que esté preparada. Pero, no quiero. No quiero involucrarla en esto, no quiero que tenga que lidiar con una exsumisa que nunca tuvo que enamorarse de mí. Anastasia no entiende mi modo de vivir la vida, al menos no hasta ahora, y exponerle la situación sería volver de nuevo un paso atrás, volver a la desconfianza. Su silencio me grita que quiere saber, que no va a dejarlo estar.
- ¿Qué ocurre? –pregunta mientras pone a hervir el agua.
Sacudo la cabeza en un gesto de negativa por toda respuesta, pensando que puedo manejar esto sin que ella se entere. Que puedo encontrar a Leila y ocuparme de esto sin mezclar a Anastasia. Leila necesita mi ayuda, y se la voy a dar. Prometí que podía contar conmigo.
- ¿No piensas contármelo? –insiste ella.
La brecha que nos separa se hace más grande por momentos. La tetera empieza a silbar, indicando que el agua está lista.
- No. No puedo contártelo.
- Pero, ¿por qué no, Christian? –busca las tazas mientras hablamos, la tetera, se mueve por la cocina fingiendo una tensa normalidad. Apaga el fuego y la tetera deja de silbar.
- Porque no debería importarte, y además, no quiero involucrarte en esto –respondo, tajante.
- Oh, vamos, Christian… No debería importarme, según tú, pero me importa. Esa mujer dio conmigo y me abordó en la puerta de la editorial, en la salida de mi trabajo. ¿Por qué me conoce? ¿Cómo sabe quién soy? ¿O dónde trabajo? Creo que tengo derecho a saber qué está pasando
- Sí –respondo angustiado, pensando en la tóxica letra de aquella canción, y las consecuencias que tiene ahora, a la luz de los nuevos acontecimientos: It’s getting late, To give you up. I took a sip, From my devil’s cup, Slowly, It’s taking over me.
- Sí, es ella –respondo, tratando de poner un poco de orden en mis pensamientos-. Cuando se acercó a ti, ¿dijo algo, nena?
- Sí –responde Anastasia, atusándose el cabello con las manos, nerviosa-. Me preguntó algo, ¿qué tienes tú que yo no tengo?
- ¿Y qué le respondiste?
- ¡Nada! –Anastasia me mira alarmada, subiendo el tono de voz-. No sabía a qué se refería, ni sabía quién era. ¿Qué querías que le respondiera?
- Lo siento, lo siento. ¿Qué más te dijo?
- Ella no dijo nada más. Yo le pregunté que quién era, y solamente me respondió que no era nadie. Eso es todo –me dice, abriendo las palmas de las manos en señal de conclusión.
Suspiro hondamente, momentáneamente paralizado por el peligro. Anastasia ha vuelto a correr un riesgo innecesario por mi culpa, y no puedo permitir que se repita. Me debato entre confortarla y empezar a tomar medidas, y opto por lo segundo. Salgo de la cama y me pongo los pantalones. Busco en ellos mi Blackberry y presiono la tecla de marcación rápida de Welch.
- Welch –responde una voz al otro lado de la línea. Salgo de la habitación de Anastasia antes de contestar.
- Welch, soy Grey. Leila Williams está en Seattle –echo un vistazo con el rabillo del ojo a la habitación de Anastasia, he notado movimiento. Pero es simplemente que se está levantando de la cama.
- ¿Cómo dice? ¿Está aquí? –pregunta Welch con tono de preocupación.
- Sí, ayer fue a ver a Anastasia. Necesito que recuperes las cintas de las cámaras de seguridad de la ciudad. ¿Tienes aún ese contacto en la junta?
- Sí, por supuesto –dice Welch a la vez que la puerta de la habitación se abre y Ana sale con mi camisa puesta – ¿Está seguro de que era ella?
- Sí. Apareció en la puerta de SIP ayer por la tarde.
- ¿A qué hora fue exactamente? –me pregunta.
Aparto un momento el teléfono de la cara y me giro hacia Anastasia que está en la cocina.
- Ana, ¿a qué hora saliste de trabajar ayer, exactamente?
- Pues… hacia las seis, seis menos diez exactamente.
Recupero la llamada y sigo hablando con Welch.
- A las seis menos diez.
- Bien. Revisaré las cámaras y averiguaré cómo llegó, y cuándo.
- Sí, averígualo.
- ¿Cree que podría meterse en problemas, señor Grey?
- No lo creo, pero tampoco pensaba que habría hecho lo que hizo, y ya ves. Tenemos que encontrarla –y tenemos que encontrarla rápido, antes de que vuelva a hacer otra estupidez.
- De acuerdo, señor Grey. Empezaré ahora mismo. Tenemos que encontrarla antes de que haga algo y sea la policía la que de con ella. O los incompetentes del hospital.
- Lo sé. Y no sé cómo puede acabar esto… –ambos recordamos cómo acabó esto la última vez.
- Hable con Anastasia, dígale que tenga cuidado –me advierte Welch-. Tendremos que activar el dispositivo de protección de nuevo para evitar que esto se repita. Es duro decirlo así pero si Anastasia es el señuelo para encontrar a Leila, tenemos que aprovecharlo.
- No deberíamos llegar a eso –digo yo.
- Lo sé. Pero es necesario contemplar todas las opciones.
- Está bien, hablaré con ella. Averigua todo lo que puedas y házmelo saber inmediatamente. Tiene problemas, Welch, tenemos que encontrarla.
Cuelgo el teléfono y me dejo caer pesadamente en el sofá. Si Leila ha vuelto a la ciudad, si es que alguna vez se marchó, quiere decir que no va a darse por vencida. Si ha ido a buscar a Anastasia es que quiere recuperarme, y que hará lo imposible por conseguirlo.
- ¿Quieres tomar un té? –me pregunta Anastasia, acercándose a mí.
Lleva puesta solamente mi camisa, con un botón abrochado a la altura del pecho, y el movimiento hace que su terso vientre y su ombligo queden a la vista.
- En realidad, preferiría volver a la cama.
- Pues yo necesito un poco de té –responde, adivinando la lujuria en mi mirada y apartándose hacia la cocina de nuevo-. ¿Quieres una taza tú también?
- De acuerdo, gracias.
Welch me ha dicho que hable con Anastasia, que le advierta de lo que ocurre, para que esté preparada. Pero, no quiero. No quiero involucrarla en esto, no quiero que tenga que lidiar con una exsumisa que nunca tuvo que enamorarse de mí. Anastasia no entiende mi modo de vivir la vida, al menos no hasta ahora, y exponerle la situación sería volver de nuevo un paso atrás, volver a la desconfianza. Su silencio me grita que quiere saber, que no va a dejarlo estar.
- ¿Qué ocurre? –pregunta mientras pone a hervir el agua.
Sacudo la cabeza en un gesto de negativa por toda respuesta, pensando que puedo manejar esto sin que ella se entere. Que puedo encontrar a Leila y ocuparme de esto sin mezclar a Anastasia. Leila necesita mi ayuda, y se la voy a dar. Prometí que podía contar conmigo.
- ¿No piensas contármelo? –insiste ella.
La brecha que nos separa se hace más grande por momentos. La tetera empieza a silbar, indicando que el agua está lista.
- No. No puedo contártelo.
- Pero, ¿por qué no, Christian? –busca las tazas mientras hablamos, la tetera, se mueve por la cocina fingiendo una tensa normalidad. Apaga el fuego y la tetera deja de silbar.
- Porque no debería importarte, y además, no quiero involucrarte en esto –respondo, tajante.
- Oh, vamos, Christian… No debería importarme, según tú, pero me importa. Esa mujer dio conmigo y me abordó en la puerta de la editorial, en la salida de mi trabajo. ¿Por qué me conoce? ¿Cómo sabe quién soy? ¿O dónde trabajo? Creo que tengo derecho a saber qué está pasando
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