jueves, 25 de junio de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 24.5 ( Fans de Grey )

Anastasia espera ansiosa mi respuesta. Cada vez que me ataca con un lance de valor se repite la misma escena, ella se envalentona y dice algo que no se creía capaz de decir y, mientras espera mi reacción, se encoge. Me gusta algo de ese encogimiento, podría hacer cualquier cosa con ella en ese estado.

- No tengo la sensación de haber cambiado de opinión Anastasia, pero sí he accedido a reformular los términos sobre los que se podría basar nuestra relación. Nunca pensé que esto fuera posible pero así es, y yo también quiero más –su gesto se relaja al escucharme. – Eso no quiere decir que no vaya a castigarte cuando te lo merezcas. Y todavía quiero que seas mi sumisa, quiero tenerte a mi merced en el cuarto de juegos. Digamos que mis exigencias se reducen a eso. El resto lo podemos seguir negociando. ¿Estamos de acuerdo?

- Estoy de acuerdo solamente si eso significa que puedo dormir contigo. Como parte del trato innegociable. No quiero dormir sola en aquella habitación de tus… sumisas –la camarera deposita una bandeja en la mesa de al lado y Anastasia baja el tono al pronunciar la palabra sumisas, como si temiera que pudiera escucharnos.

- ¿Quieres dormir conmigo, en mi cama?

- Eso es. Contigo, y en tu cama.

- Trato hecho. Duermo estupendamente contigo Anastasia. Y esto es una primera vez para mí –le guiño un ojo, burlón. A pesar de la broma parece no estar convencida del todo.

- Tenía mucho miedo de que no quisieras estar conmigo si yo no accedía a todas tus peticiones, si no firmaba el contrato tal cual venía –apenas le sale un hilo de voz.

Cojo su mano por encima de la mesa, y tiro ligeramente de ella, para  recuperar su atención, para recuperar sus ojos verdes.

- No pienso irme a ninguna parte Anastasia. Estoy aquí, y aquí me quedo. Contigo. ¿Está claro?

Cuando recibí aquel e-mail tuyo en el que me pedías compromiso no supe si iba a ser capaz de ajustarme a los parámetros que me proponías. Sabes que no estoy acostumbrado a jugar a un juego del que no he escrito las reglas, pero he aceptado el tuyo. Estoy dispuesto a seguir intentándolo y, además, yo creo que funciona, ¿no? El compromiso, tal y como tú lo querías. Quiero más Anastasia. Créeme.

- Me encanta que así sea Christian. Me hace muy feliz.

Casi sin darme cuenta sus dedos han empezado a jugar con los míos, que rodean su mano. Supongo que en esto consiste, el compromiso, como ella decía. En pedir y en dar, en ceder y no asustarse por necesitar. En tener una mano cerca para confortar, como ahora. Por primera vez pienso que tal vez pueda ser bueno en esto.

Una hora más tarde aparco en la puerta de casa de Carla, después de renegociar una vez más los límites de nuestra relación pero con el estómago lleno. Rodeo el coche hasta llegar a su puerta para abrirla y ayudarla a salir.

- ¿Te apetece pasar? –me pregunta.

- No puedo querida, tengo trabajo. Pero si no recuerdo mal tu madre me hizo una invitación a cenar para esta noche.

- Tiene usted buena memoria, señor Grey.

- Sólo para las cosas importantes, y usted lo es –poso un suave beso en sus labios a modo de despedida. – ¿A qué hora tengo que venir?

- ¿Hace falta que te lo diga? Probablemente tengas un drone vigilando la cocina de mi madre para aparecer con el vino a la temperatura adecuada en el mismo momento en el que saque la cena del horno.

- No doy nada por imposible, señorita Steele –sonrío ante la imagen de controlador incansable que tiene de mí… y por lo cerca que está de la realidad.

- Gracias por todo Christian. Es maravilloso tener más.

- Ya sabes que estamos para complacer, Anastasia. Luego nos vemos.

Acciono el bluetooth del coche y enciendo el teléfono móvil. La luz roja indica que se han recibido llamadas mientras ha estado apagado así que pulso la tecla de marcación rápida del buzón de voz. Un timbre metálico me informa de que tengo dos mensajes.

Mensaje número uno, recibido hoy a las 08:12 h. Buenos días señor Grey, son Andrea. Los contenedores han salido del puerto de Rotterdam esta mañana, conflicto resuelto. La indemnización de Lucas está preparada y lista para que la firme en cuanto vuelva a Seattle. Tiene una cita con el agente inmobiliario esta mañana a las 11:00 hora de la costa este. Se llama David Avery. Se pondrá en contacto con usted para indicarle el lugar de la cita. Hasta mañana.

Avery, ese nombre me dice algo, pero no consigo recordar el qué. Tenía razón en lo que le dije a Anastasia, sólo recuerdo los nombres importantes.
Pulse almohadilla para eliminar el mensaje.

Mensaje número dos, recibido hoy a las 09:02 h.
 Señor Grey, mi nombre es David Avery, responsable de East Georgia Real State. Su asistente en Seattle me pasó una lista de necesidades y tengo un par de locales que podrían ser de su interés. Si le parece bien podemos vernos a las 11:00 en las oficinas del GPA en la terminal Garden City. Le estaré esperando.
Pulse almohadilla para eliminar… Lo borro sin dejar que la voz metálica termine de darme instrucciones.

De vuelta al hotel me cambio de ropa para bajar al gimnasio a hacer un poco de ejercicio. A pesar del clima asfixiante de Georgia me encuentro en buena forma y paso una hora agradable ejercitándome en las lujosas dependencias del hotel con vistas al río Savannah. Aprovecho para intentar poner en orden mis pensamientos y mis sentimientos, pero tengo una nube borrosa que empaña la claridad con la que suelo actuar. Anastasia tiene ese efecto en mí. Es una lucha de miles de interrogantes frente a una sola certeza. Ella. Ella es la certeza, el único sí claro que hay en todo esto. Y los interrogantes parecen no tener fin: ¿cómo se hace? ¿qué espera de mí? ¿hasta dónde está dispuesta a llegar? ¿hasta dónde estoy dispuesto a llegar yo? ¿cuánto más de lo que intenta saber de mi pasado estoy preparado para contarle, si es que estoy listo de alguna manera para hablarle de ello a alguien?
Sobrepasado por las dudas me meto en el baño turco intentando que el vapor limpie mis pensamientos. Me tumbo sobre el mármol frío mientras gotas de agua condensada van haciendo surcos por mi piel hasta caer en la piedra. El silencio me ayuda, y cierro los ojos. Recuerdo a Anastasia sentada en el IHOP diciendo, pidiendo, suplicando compartir mi cama, y me estremezco. Ya la echo de menos.

La habitación está limpia y ordenada cuando regreso. En el cuarto de baño el único rastro que hay de lo que sucedió anoche en aquella bañera es la huella de una mano en el espejo que se han olvidado de limpiar y que aparece cuando el vapor del agua caliente de la ducha llena la estancia. Sonriendo coloco una mano sobre la huella que dejó ahí la de Anastasia anoche mientras la penetraba, apoyada en el lavabo.





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