miércoles, 17 de junio de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 23.3 (Fans de Grey )

El mensaje de Elena me recuerda la huelga en Holanda y la consiguiente crisis en mi empresa. Llamo a la oficina esperando hablar con Lucas, pero no está, a pesar de que le he dicho expresamente a Andrea que le pidiera que no dejara la oficina. Miro el reloj, sólo son las 7 en Seattle y estamos en plena crisis. No debería haberse ido. Compruebo la hora en Europa pero aún es temprano para que hayan abierto las oficinas del puerto, es inútil que intente hablar con ellos. Pruebo el despacho de Andrea, con más suerte.

- Despacho del señor Grey. Roselin al habla.

- Buenas noches Roselin, soy Christian. ¿Y Andrea?

- Acaba de salir, señor Grey. Buenas noches.

- ¿Qué ha pasado con esos contenedores?

Al parecer la situación no ha sido tan dramática como parecía esta mañana. Tenía que llegar al puerto de Baltimore un cargamento con piezas de acero de decoletaje especial para una fábrica de piezas aeronáuticas que tenían que llegar a Seattle antes del fin de semana. La huelga en Rotterdam ha retrasado la salida del carguero, por lo que habrá que indemnizar al cliente y probablemente encontrar otro proveedor en los Estados Unidos de forma que el material llegue a la fábrica lo antes posible. Me acerco al baño, el jacuzzi está casi listo. En ese momento suena la puerta, un par de toquecitos tímidos. Sé perfectamente quién es pero ensayo una cara de indiferencia en el espejo antes de abrir y arquar, sorprendido, una ceja ante Ana. Le hago señas para que pase sin dejar de hablar por teléfono.

- ¿Nos ha salido muy caro? ¿A cuánto ascienden las indemnizaciones?

- Mucho me temo que a los dos millones de dólares, señor Grey, si no conseguimos que lleguen a la planta aeronáutica antes del viernes.

- Pues que lleguen, Roselin, que lleguen. Habla con Barney si es preciso, él sabrá qué hacer.

- De acuerdo señor Grey. Aunque tal vez deberíamos reconsiderar del todo cambiar las rutas del acero del Atlántico al Pacífico. En los últimos dos años su rentabilidad ha bajado notablemente.

- De acuerdo, haz que Andrea me envíe las gráficas.

Anastasia pasea por la habitación mirándolo todo como si fuera una pobre niña de cuento recién convertida en princesa. Debería irse acostumbrando a esta situación.

- Por cierto, señor Grey, ha llamado el agente inmobiliario de la costa este. Tiene un par de propuestas que hacerle en Savannah. ¿No era Detroit el sitio que más le interesaba para abrir una oficina?

- Sí, así es, pero si las condiciones son suficientemente buenas habrá que pensarlo. Que hable con Bill y me llame por la mañana. Y, una cosa más, Roselin…

No tengo mucho que ocultar y Anastasia no se iba a enterar en cualquier caso del motivo de esta conversación, pero estoy molesto con ella y quiero que lo sepa. Por mucho que esté preparando un baño de placer y espuma, pero eso será después. Igual que me gusta hacerle sentir que es bienvenida cuando lo es, quiero que sienta lo frío que puedo llegar a ser si me provoca. Así que entro en el dormitorio y cierro la puerta, eso sí, después de invitarla con un gesto a que se sirva una copa. Christian Grey nunca pierde las formas.

- Tengo entendido que Lucas salió de la oficina a primera hora de la tarde. Que no se moleste en volver mañana. Que seguridad le acompañe a por sus cosas cuando llegue y salga de allí lo antes posible. En cuanto vuelva buscaremos un nuevo enlace de rutas con Europa y Asia, y de paso podrá investigar la propuesta del Pacífico.

- ¿Para cuándo quiere listos a los candidatos?

- El viernes estaré de regreso. Gracias.

- Buenas noches.

Anastasia sigue vagando por la habitación sin dejar de perseguirme con la mirada. Un silencio tremendo se apodera de nosotros, una vez más. Aún tiene el vaso vacío que le he ofrecido al llegar, no se ha servido nada.

- Aún no me has contestado, Christian –está francamente molesta.

- No –respondo.

- ¿No me has contestado, o no la amabas?

Me mira desde el otro lado de la habitación, sin acercarse.

- ¿Se puede saber por qué has venido?

- Ya lo sabes Christian –parece tan pequeña, tan joven e indefensa. Parece a punto de echarse a llorar. Me enternece, y le contesto tan suave como puedo:

- No Anastasia, no la quería.

El simple hecho de estar compartiendo el mismo espacio que ella me produce un hormigueo en la piel, una especie de descarga eléctrica. Se me alteran la respiración y el pulso, como si ella fuera un imán al que no soy capaz de resistirme. Tengo que reprimir el impulso de tocarla y descubrir si las seda verde de su blusa nueva es tan sutil como insinúa, y para ello introduzco las manos en los bolsillos. Y ahí está la tarjeta que Alicia Gold me ha dado esta mañana. La mujer a la que habría sido más lógico perseguir, en lugar de Anastasia. Olvidando que no puede escuchar mis pensamientos le digo:
- Querida, tú eres la única. Mi única diosa de ojos verdes. ¿Puedes creerlo?

Por fin se ha roto el silencio helado entre nosotros, y me espeta divertida:

- No se burle de mí, por favor señor Grey.

- Jamás me atrevería a hacerlo, señorita Steele.

Inspiro profundamente e intento concentrarme en la conversación para no saltar sobre ella que, por si fuera poco, ahora se muerde el labio.

- Te lo ruego, deja de morderte el labio.

Desafiante, se planta delante de mí, sin tocarme. A una distancia suficientemente corta como para que pueda sentir su calor, su olor, para entrever la elegancia tan animal con la que se comporta en la cama. Oh Ana, te deseo tanto. Mi maldita Blackberry suena y hago un rápido cálculo mental: la única llamada que puede interesarme tiene que venir desde Holanda y aún es temprano para ellos. Así que la apago sin mirar y tomo a Ana de la cintura, con la mano abierta la atraigo hacia mí

- Quiero hacerte el amor ahora mismo, Anastasia. Y tú a mí también. Admítelo, por eso has venido hasta mi habitación.

- No yo… de verdad, quería saber si realmente habías amado a Elena. Me atormentaba el pensamiento.

- A mí me atormenta tenerte tan cerca y con tanta ropa. Ahora que ya sabes la respuesta, ¿querrás quedarte? Ahora te toca a ti aliviar mi tormento –mi lengua tramposa dibuja círculos alrededor de su cuello.

- Me quedo.

- Es un alivio escuchar eso. Pensé que estabas enfadada de verdad.

- Y lo estaba –deja caer hacia atrás su cabeza para que mis labios puedan seguir mordiendo la línea de su escote.- Christian, tenemos que hablar.

- Hablaremos más tarde, Ana –la empujo suavemente contra la pared, para inmovilizar su cuerpo bajo el mío.

- Hay muchas cosas que quiero decirte.

- Ya hablaremos luego Anastasia. Ahora quiero follarte. Te deseo –digo sin parar nunca de besarla. Podría alimentarme de ella.

- ¿Tienes la regla?

Anastasia se encoge de hombros por respuesta. Mentalmente echo cuentas: si se ha tomado los anticonceptivos como debería podremos prescindir de los malditos condones, por fin. Le quito la camisa nueva y la tiro al suelo.







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