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He hecho bien en venir, a pesar de los consejos de Elena en contra de mis planes. Esta conversación nos ha venido muy bien y no sé si habríamos sido capaces de tenerla en casa. El terreno neutral es mucho más importante de lo que parece. Tanto, que hasta hemos tenido la conversación acerca del número de amantes que han pasado por mi cama. Esto es tan nuevo para mí. Nunca antes le había importado a nadie mi pasado, el resto de mis relaciones sentimentales. Aunque, bien pensado, es lógico, porque nunca he tenido ninguna. Y es tan agradable que no sé por qué no lo he hecho hasta ahora. Hemos pasado la cena hablando de cosas tan sencillas como cuál es mi película favorita. ¡No sabía que eso podía ser un tema de conversación!
Insomne, como casi siempre, me levanto de la cama y observo a Anastasia, desnuda, entre mis sábanas. Su cuerpo perfecto reposa sobre el colchón, y sube y baja al ritmo de su respiración con una paz que nunca antes había conocido. Qué cerca he estado de perderte, Ana, qué cerca. No podía quedarme allí en casa, en Seattle, sin hacer nada y ver cómo te escurrías de mí, cómo te ibas asustada y no poder decir nada, no saber cuándo ibas a volver, si es que pensabas hacerlo. Como si escuchara mis reflexiones Anastasia se revuelve por un momento en la cama, con un ligero gemido. Al girarse la sábana se desliza por su torso hasta la cintura, dejando a la vista su pecho, firme y redondo, perfecto. Me siento tentado de acercar mi boca a él y lamerlo, centímetro a centímetro, pero no tengo tiempo. Nuestra sesión de sexo matutino tendrá que esperar y, resignado, cubro pudorosamente de nuevo con la sábana su cuerpo, beso su pelo suavemente y susurro: “duerme, Anastasia. Te he echado de menos”.
La salita contigua al dormitorio está decorada con el mismo mal gusto, y con la crueldad añadida de que es una estancia pensada para pasar tiempo, no para dormir. Así que inevitablemente la tapicería infame de motivos florales y las pesadas cortinas con motivos marinos están siempre a la vista. Abro mi ordenador portátil sobre la mesa falso Luis XIV con cubierta de falso nácar y me dispongo a enfrentarme de una vez a la maldita crisis de los contenedores en Holanda y a menesteres mucho más agradables, como el plan que tengo en mente para sorprender a Anastasia.
Tecleo en Google Rotterdam huelga de estibadores con la esperanza de obtener alguna noticia que me permita saber cuándo va a terminar el conflicto. Con alivio, descubro que se trataba de una crisis provocada por la puesta en marcha de una nueva terminal de descarga de contenedores totalmente automatizada, lo que supondrá un cambio en la condiciones del convenio de los estibadores del puerto, y el consiguiente perjuicio. Pero parece que tras tres días de negociaciones se ha llegado a un acuerdo, y el anuncio de que la huelga se desconvoca llegará de un momento a otro.
Aliviado, cambio las palabras de la búsqueda: vuelo sin motor cerca de Savannah, Georgia.
Rápidamente la página de Brunswick Soaring Association aparece anunciando Una inolvidable aventura en Savannah, curioso clico sobre el enlace para descubrir que lo que anuncian son vuelos al amanecer, en dirección a la salida del sol sobre el mar. Sin muchas esperanzas de encontrar a nadie en el campo de vuelo saco mi Blackberry y marco el número que aparece en pantalla. Después de dos tonos una voz tan fresca que me hace dudar de que sean las cuatro y media de la mañana me saluda:
- Buenos días, Brunswick Soaring Association, le habla Caitlin. ¿En qué puedo ayudarle?
- Buenos días Caitlin. Mi nombre es Christian Grey. Me gustaría utilizar uno de sus planeadores esta mañana, a la salida del sol.
- Tendrá que darse mucha prisa señor Grey, ¡el alba rompe en dos horas! Pero ha tenido suerte. Un cliente acaba de fallarnos así que disponemos del planeador. Avisaré a un piloto para que esté listo a las seis en punto.
- Eso no será necesario Caitlin, pilotaré yo mismo. Con un piloto de remolque bastará.
- ¿Dispone usted de una licencia en vigor, señor Grey?
- Así es.
- Está bien, entonces necesitaré que la traiga y un depósito de cinco mil dólares.
- Ningún problema. Enviaré a uno de mis hombres para que formalice la documentación y a las seis en punto estaré allí.
- No se retrase ni un minuto, señor Grey. Ver salir el sol sobre el mar desde aquí es probablemente la experiencia más alucinante que vaya a vivir en toda su vida.
- No sabría qué decirle, Caitlin –qué poco me conoce…- Hasta luego.
Al colgar veo la luz roja que indica que ha llegado un mensaje durante la conversación que he tenido con el campo de vuelo. Chequeo el remitente, y viene de Holanda.
De: Roger Hijjs
Fecha: 2 de junio de 2011 08:03
Para: Christian Grey
Asunto: Grey Enterprises – Europe: Fin del conflicto de la huelga de estibadores
Buenos días señor Grey,
El sindicato de estibadores acaba de convocar una reunión con todos los responsables de las empresas afectadas por la huelga para informar de su fin inminente. Todos los contenedores paralizados aquí saldrán del puerto a lo largo de la mañana, por lo que en contando los seis días de travesía más los dos que ya hemos perdido, la mercancía estará en Baltimore con tiempo suficiente para ser redirigida a su destino. En las próximas horas le haré llegar los códigos de rastreo para que pueda seguir vía satélite la posición de los contendores en cada momento.
Un saludo,
Roger Hijjs, representante de Grey Enterprises Holdings – Europe, Inc.
Un problema menos. Totalmente dispuesto a pasar una jornada de vacaciones con Anastasia, marco el número de Taylor.
- Señor Grey.
- Buenos días Taylor. ¿Has tenido un buen viaje?
- Sí, muchas gracias.
- Me alegro. Necesito que vayas a Brunswick Soaring Association, he alquilado un planeador. Estaré allí a las seis pero hay que pagar un depósito, una fianza o algo así, y llevar mi licencia de vuelo. Yo me reuniré contigo allí en una hora.
- Perfecto, señor Grey. Ahora mismo salgo para allá.
Llamo a recepción para avisar de que necesitaré un coche en treinta minutos, me doy una ducha rápida y me acerco a despertar a Anastasia. Está tan plácida que me cuesta romper su sueño, pero lo que va a vivir ahora lo merece.
- Eh, perezosa, ya es hora de levantarse.
- Mmm… Christian…
Tan dormida como juguetona me agarra de la camiseta y me atrae hacia ella, torpe y tentadora. Haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad consigo convencerla de que se levante y se vista, que tenemos que irnos. Lo que daría por parar el tiempo y perderme entre sus piernas un rato antes de salir… Pero el sol no va a esperarnos, tenemos que salir ya.
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