jueves, 6 de abril de 2017

Anastasia - Capítulo 20 - Un paseo por las nubes

Ambos hemos dormido.  Lo hicimos tarde porque, a pesar de los enfados, también tuvimos reconciliación, y eso es lo bueno de discutir.  He olvidado el enfado que me produjo el que saliera a cenar con Mrs. Robinson, y ese es el motivo, siempre presente entre nosotros:  Elena.  Pero él está conmigo, aquí.  Y ha recorrido medio país para verme, así que eso es con lo que me quedo.  Nos hemos amado antes de dormir y al despertar, que por cierto ha sido muy temprano.



Me besa suavemente recorriendo mi cuello y yo me desperezo y dejo caer la sábana, dejando libre mi cuerpo desnudo, que él mira con codicia y deseo.  Me doy cuenta y me vuelvo de lado para cubrir mi desnudez.  El me da un pequeño azote y me dice que se nos va a hacer tarde ¿ Tarde ?  Miro hacia la ventana y observo que aún hay estrellas en el cielo.  Pienso que se refiere a que desea hacer el amor; él sonrie adivinando lo que estoy pensando.  Debe ser por la cara rara que he puesto.  Con él siempre tengo deseos, pero ahora, la verdad, me apetecería dormir algo más, ya que nuestros excesos nocturnos fueron eso...  excesos y a  mi cuerpo parece que le han dado una paliza.  Sólo hacía tres días que nos habíamos separado, y por tanto  no había hecho el amor, y pienso, que a eso se debe la especie de cansancio que tengo.

Presiento que va a mostrarme algo que le entusiasma.  Está contento y deseando llevarme a no sé dónde, y a mi se me contagia su entusiasmo. Observo que el desayuno está ya preparado y dispuesto en la mesa del salón, y Christian ¡ está desayunando !.  Me indica una silla frente a él, y yo tuerzo el gesto, he recordado que no puedo poner los ojos en blanco.

- Come Anastasia - Me ordena, pero no tengo hambre, no tengo costumbre a estas horas.  Creo que se ha enfadado, pero al fin consigo  hacerle comprender que es demasiado temprano y a cambio le prometo que comeré algo de bollería que hay en una bandeja.  Cojo dos croisans y los envuelvo en una servilleta, para que se quede conforme.  Le veo nervioso como si le faltara tiempo para algo. Me extraña esa expectación que siente y que me contagia. Me encanta verle contento, pero no tengo ni idea de lo que su cabeza maquina.


El hotel está en silencio, y nosotros hablamos bajito para no perturbar a los huéspedes no tan madrugadores como nosotros.  Me toma fuerte de la mano y yo me siento feliz, porque él está aquí, conmigo, y me mima, cuida y me protege.  Me siento como una niña pequeña al que no hay que soltar de la mano para que no se lastime si se cae. Y pienso que ambos nos protegemos mutuamente.

Salimos a la calle y la noche se va diluyendo lentamente en el cielo, aunque aún hay estrellas parpadeando.  Se nota el calor y la humedad en el ambiente. Nosotros no estamos acostumbrados a estas temperaturas, por eso es que lo notamos más, o quizá es que la subida de temperatura  sea de nuestro propio cuerpo, de nuestra propia excitación.  El portero nos trae un coche que Taylor alquiló.

- ¿ Vamos a ir en coche ?
-Donde quiero llevarte si. No es que esté muy lejos, pero sí lo suficiente como para no ir andando
- ¿ Me dirás de una vez dónde me llevas?
-Te lo dije en una ocasión, cuando nos conocimos: " tengo unos intereses caros que me puedo permiti"r  ¿ recuerdas,? bien, pues éste es uno de ellos.

Arranca el coche y yo me he quedado exactamente igual. Recuerdo esa frase, pero no sé a qué "interés" en concreto se refería.  Espero averiguarlo cuando  lleguemos a destino.  Y al cabo de media hora más o menos, diviso un hangar .  Es un campo abierto, en el que están aparcados varios aeroplanos sin motor. ¡ Vaya ! vuelo sin motor. Eso si que no me lo esperaba, y entonces es cuando recuerdo que verdaderamente me lo dijo aquel día que cambió mi vida.


Un señor de unos cincuenta años, viene hacia nosotros y se presenta, no stiende la mano y Christian realiza las presentaciones y lo hace diciendo que soy su novia. Siento que la satisfacción invade mi pecho, y sé que él me quiere, que siente por mi lo mismo que yo, aunque no lo diga, pero sé que es así.

Me coloca un arnés y me ayuda a subir al avión y vuelve a atarme como hiciera en el Chralie Tango la primera vez que subí. No me puedo mover; el asiento y yo somos una misma persona.  Ni siquiera puedo girar mi cabeza para mirarle.  Tengo miedo, pero no le diré nada, porque es tan grande su entusiasmo que por nada del mundo sería capaz de desilusionarle.

El aparato comienza a rodar arrastrado por un cable o cuerda, no sé muy bien, larga muy larga, que nos conecta con el avión que pilota el señor que acabamos de conocer. Tomamos altura y no puedo evitar el dar un gritito que causa risa y satisfacción a Christian.  Me hace unas indicaciones para que tome los mandos, algo que me asusta grandemente, pero le llevo detrás de mi, y sigue al mando.  Me tranquilizo. Cuando tomamos determinada altura, el cable se suelta y entonces volamos por nosotros mismos. Y es emocionante y no paro de reir de los nervios y excitación que siento. Hago con ello que Christian ria también.  Estamos los dos solos ante la inmensidad del cielo. Tengo la sensación de poder tocar las nubes y lo que siento es algo maravilloso.







De repente Christian me dice " agárrate " ¿ qué va a hacer? y pronto lo averiguo baja en picado y cuando quiero recordar ha hecho una maniobra y ahora estamos boca abajo.  Es algo muy raro como si el estómago se pusiera en la garganta, y rápidamente volvemos a la posición normal.  Y grito, grito como una desesperada, y él está entusiasmado y ríe conmigo.  Nunca le había visto tan feliz.¿ Esto es más ?, me pregunta y yo respondo entre risas " si, mucho más".  Se a qué se refiere y poco a poco voy consiguiendo que él también comprenda que la vida es más que una sesión de sexo, y que es fantástico compartirlo con alguien a tu lado, y no en soledad,  como él hacia.

Pero nuestra burbuja ha de tomar tierra.  Han sido a penas treinta minutos, pero han sido maravillosos.  El sol ya está casi en lo alto del cielo, aunque sigue siendo muy pronto. Me ayuda a bajar y me toma en brazos para hacerlo.  Mi cuerpo está muy cerca del suyo y sólo hace falta una mirada, para excitarnos a ambos.  Me besa apasionadamente; se muestra satisfecho de haberme enseñado y compartido conmigo uno de sus mayores placeres.  Siempre de la mano,  me lleva a desayunar, y posteriormente hasta el hangar  donde hemos dejado el coche aparcado.

Allí de pie, se detiene un momento y me mira a los ojos con profundidad, como si fuera la primera vez que me viera.  Pero su rostro ha cambiado.  De estar totalmente relajado, a fruncir nuevamente el entrecejo.  Presiento que quiere decirme algo y no se atreve. Le pregunto qué le pasa, pero no me responde, sólo me mira.  Sé que tiene miedo de algo, algo que debo saber pero que no se atreve a decir.  Insisto un par de veces, pero en ese intervalo, su movil suena y atiende la llamada.  Una llamada que le hace ponerse lívido y se muestra preocupado.


- He de volver a Seattle, han surgido problemas - Es cuanto me dice.  Nada más.  Se ha enturbiado nuestra alegría. Por suerte yo regreso también en un par de días.  Después de haber vivido esa noche pasada, me será muy difícil estar sin él..


No hay comentarios:

Publicar un comentario