miércoles, 5 de abril de 2017

Anastasia - Capítulo 19 - Enfado de pareja

Mi madre nos deja solos. Él está aquí. No es que haya roto esta extraña relación que tenemos, sino que ha hecho un largo viaje para verme.  Pero me siento dolida por la cena con Mrs. Robinson, y él lo sabe.  Mi correo no fue nada sutil, pero no me importa.  No alcanzo a comprender, por qué ha tenido que hacerlo cuando yo no estoy.   Es lo que no entiendo.  Dejó muy claro que lo nuestro no es nada al uso, como dándome a entender que no debo meterme en su vida privada, pero él si lo hace en la mía.-

Me repite una y otra vez, que no debo enfadare porque se trata de una amiga, en el más estricto sentido de la palabra.  Pero yo la veo como una amenaza; no me gusta esa mujer.  Le sedujo cuando era un muchacho ¿ qué es lo que necesita para darse cuenta de ello?  Veo que mi madre avanza hacia nosotros y corto la conversación, pero cuando llega hasta nuestra mesa, se da cuenta de que algo pasa.  Guardamos un silencio demasiado pesado como para no percibirse de ello.


Se despide de nosotras, pero muy sutilmente, me hace saber el número de su habitación. ¿ Es casualidad que haya venido a parar a este hotel, o ha sido adrede?  Al quedarnos solas, mi madre trata de sonsacarme, pero no sabe que no puedo decir nada de lo que ocurre entre nosotros porque podría ser demandada, aunque en realidad pienso que fue una amenaza al principio, pero que ahora no sería capaz de hacerlo.

- Se os nota a la legua que algo tenéis que no llegáis a solucionar - me dice Carla- Si estás enfadada con él, arréglalo cuanto antes. Tal y como yo lo veo, en su forma de mirarte, se nota que está loco por ti
- No tanto mamá, no tanto.
¿ Sabes donde se hospeda?
- Si, lo sé.  Se  ha encargado de hacérmelo saber
- Bien, pues ve y arreglad lo que quiera que tengáis.
- He venido a verte a ti. A él le veo en Seattle casi a diario
- Cariño, se necesitan muchas ganas de ver a alguien, para viajar  tan lejos por estar con ella.  Sube y hablad. No te preocupes por mí.  Ya eres mayor, así que no te haré recomendaciones; nadie mejor que tú sabes lo que has de hacer. Sólo ten cuidado.  Si decides ir a casa, ya sabes dónde hay una llave.

Estoy deseando reunirme con él, pero al mismo tiempo me siento dolida.  Probablemente el sosmopolitan está empezando a hacerme efecto.  Subo hasta su habitación y llamo.  No se muestra demasiado sorprendido por mi presencia allí. ¿ Tan transparente soy? ¿ Tanto me conoce'? Y eso me enfada aún más.  Pero he de empezar a justificar mi presencia allí, y para ello nada mejor que aparentar que estoy muy, muy enfadada por su comportamiento de anoche.

No me ha respondido a por qué se ha reunido con ella.Él está hablando con alguien de la oficina.  No me responde, es más, sale del salón y se dirige a su dormitorio.  Siento correr el agua en la bañera. ¿ Va a darse una ducha? ¿ Es esta una manera de recibirme?  Tengo intenciones de dar la espalda y salir corriendo de alli, pero me detiene su voz

- ¿ A qué has venido Anastasia? veo que sigues enfadada y no sé porqué
- No te creía tan torpe. Has esperado a que me fuera de Seattle para salir con ella, y no será porque no conoces mi aversión a esa señora..
- Te lo he repetido muchas veces y no voy a hacerlo más. Estoy aquí por tí, para poder verte y que regresemos juntos. Porque te echo de menos.  Es la primera vez que voy de una punta a otra del país sólo por ver a una persona. Por verte a tí, Anastasia.  No para ver a Elena ni a ninguna otra; ni siquiera por negocios. Es para verte, porque te echo muchísimo de menos.  Y ahora vamos a darnos un baño, hace un calor de muerte en esta bendita tierra.

Con estas palabras se me derrite el corazón. Me ha icho que me echa de menos, que ha venido sólo para verme y desea que nos bañemos juntos. Mi corazón comienza a desbocarse, y le sigo como una "sumisa" ¿ Soy en verdad una sumisa? ¿ Tan evidente es?  Pero no siempre me muestro complaciente, pero es que Christian ejerce algo sobre mí que siempre me lleva a su terreno, y al mio también viene.  Bueno, en realidad, ambos cedemos.

Es directo, siempre, demasiado directo en cosas que me producen incomodidad, porque son muy mías, muy íntimas, y me sonroja que vaya derecho al grano.  Aún no tengo tanta confianza con él

- ¿ Estás con la regla?- me pregunta
- ¿ Por qué lo preguntas. Es algo muy privado
-Quiero saberlo.  He de saberlo ¿ Privado dices? ¿ Te parece poca privacidad la que tenemos?

Y me doy cuenta de que es cierto.  Hemos hecho de todo en el sexo y ha sido muy sincero conmigo.  Es justo que yo lo sea con él.  Decido responder, aunque me muero de vergüenza
- Si, estoy con la regla
- Tienes dolor menstrual
- No.  Estoy bien

¿ Dónde quiere ir a parar? No sé a qué viene este interrogatorio. De pronto recuerdo que no quiere ni por lo más remoto dejarme embarazada. Habré de tomar la píldora dentro de dos días nuevamente.  Me toma de la mano y me conduce hasta el baño. El vapor del agua empaña los azulejos.  Pero es todo muy romántico.  Ha esparcido sales, las que más me gustan, en el agua y ha rodeado parte de la bañera con velas encendidas.  Nos miramos frente a frente, iluminadas nuestros rostros tenuamente por la luz de las velas. Me besa en los labios suavemente, y me dice:


- Ven.  Apóyate en el lavabo. - ¿ Qué es lo que va a hacer ahora?  Le sigo y me apoyo. Me abre las piernas y de un suave tirón, extrae de mi cuerpo un cordoncito azul, que sale de él.- Listo. Ahora bañémonos.

Gentilmente me introduce en la bañera sujetándome con la mano.  Después lo hace él, pero se sienta frente a mi. Estamos separados.  Nunca nos hemos bañado así. No me gusta.  Echo de menos la suavidad de una esponja entre sus manos lavándome con suma delicadeza.  Deseo acortar distancias y acorto el sitio hasta llegar a él.  Me levanta en el aire y me sienta sobre su regazo. Y le hago mio, ésta vez, soy yo la que le tomo.  Nos besamos ardientemente, y ardientemente hacemos el amor o lo que quiera como él lo llame. Le tiro del cabello, y nuestros desacuerdos quedan olvidados en el preciso momento en que nos pertenecemos mutuamente.

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