martes, 11 de abril de 2017

Anastasia - Capítulo 2 -Nada cambia

Ha terminado mi primer día de trabajo.  Al menos las horas que he permanecido en la editorial, me han permitido olvidarme de Christian, pero ahora vuelvo al apartamento, a la soledad y el silencio.  Mientras voy en el autobús, me pongo los auriculares para escuchar música. pero ni siquiera la escucho.  Muy al contrario,me concentro aún más en el problema.  Enseguida llego a casa.  Abro la puerta y el silencio existente, la falta de vida me abruma, porque sé que mi alma se encuentra sumergida en el mismo silencio, en la misma soledad que el apartamento.


Ni siquiera enciendo la televisión,. directamente  entro en la ducha, siguiendo monótonamente, como un ritual, todos mis movimientos: dejar caer el agua sobre mi nuca, enjabonarme, aclararme, y fuera.  Me pongo el pijama y me meto en la cama.  ¡ Ojalá pudiera dormir !  Anoche no lo hice bien y hoy me encuentro agotada, no sólo por la falta de descanso, también nerviosa por el trabajo y por todo lo demás.  No quiero ni pronunciar su nombre.

Al entrar en el apartamento, en el salón, lo primero que he mirado, han sido sus rosas.  Ese maravilloso ramo de rosas que me ha enviado, y que ni siquiera he agradecido. Deseo hacerlo, pero al mismo tiempo no quiero que lo tome como una capitulación, porque no lo es.  Nuestra relación o lo que sea, es imposible.  No con su forma de andar por la vida, tan dispar y lejana a la mía.  Peo Dios sabe lo que le echo de menos, lo que daría por escuchar su voz, por escuchar una palabra amable de cariño que me indicara que él también me necesita y que desea estar a mi lado.  Pero eso no sucede ni ocurrirá más.

Nuevamente el llanto viene a mi. ¡ Si al menos las lágrimas me produjeran descanso !  Pero no lo hacen, sólo ahondan más la tristeza. Los minutos, las horas, pasan lentas y hacen que mire el reloj constantemente, deseando que hubieran pasado las horas y acudir a mi trabajo, pero compruebo que tan solo han sido cinco minutos, y que aún no es ni media noche.  Este ahogo es irresistible.  No podré vivir así, con esta congoja.

Y llorando,  hoy también, extenuada por las emociones, consigo dormir. Cuando el despertador suena, hacía rato que estaba despierta. Y de nuevo vuelvo a la rutina de mis noches sin él. Otra vez mecánicamente me muevo. Y salgo a la calle y voy a la parada  del autobús, todo igual que el día anterior, igual que será mañana, y al otro, y al otro, y a todos los días de mi vida.  Nada ha cambiado, y nada cambiará.  Y de nuevo entro en SIP, y de nuevo mis compañeros se muestran solícitos ante mí.  Tratan de ayudarme en mi trabajo, como si intuyeran que algo me ocurre, y que no es bueno.  Me abruma un poco la solicitud de mi jefe directo, el señor Hyde.  Posiblemente sea su forma de actuar, y lo hace igual con todos, pero le noto demasiado "pegajoso" y río imaginando a Christian con el entrecjo fruncido ante la posibilidad de que alguien ocupe en mi vida lo que antes él ocupaba.


Lo que ignora es que no ocurrirá.  Nunca ocurrirá, porque lo vivido con él, difícilmente vuelva a repetirse. Después de preparar un café para mi jefe, me siento al fin en mi escritorio y conecto el ordenador.  Deseo comenzar a trabajar cuanto antes, porque sé que así distraeré mi alma perturbada. Me pongo a revisar los documentos que tengo en mi mesa y veo que tengo algunos manuscritos.  Bien, al menos espero concentrarme en eso. He de hacerlo porque de ello depende  la publicación de este autor, después de haberlo supervisado Hyde.  Dirijo la mirada hacia la pantalla para dar entrada al programa, cuando en el ángulo izquierdo hay una pequeña ventana que me avisa que ha entrado un correo.

El corazón me da un vuelco, pero no me hago muchas ilusiones: me hubiera llamado al móvil.  Pero de pronto me doy cuenta que se lo devolví, y nuevamente mis esperanzas galopan a toda velocidad por mi cuerpo. Que sea Christian, que sea Christian, digo bajito pensando en un Dios imaginario. Y mi ruego se ha cumplido: Christian se ha puesto en contacto conmigo a través de un correo escueto y conciso, pero  me parece un prodigio.  No importa que no tenga bromas como los que solíamos escribirnos, pero se ha acordado de mi.  Me dice si he recibido las flores, y que recuerda que no tengo coche para ir hasta Portland a ver la exposición de Jose. ¡ Cierto ! ¿ Cómo he podido olvidarme ? Se lo prometí, pero entonces no teníamos lo que tenemos ahora.  Me pide, si lo deseo, ir a buscarme y asistir  juntos a la exposición.

¿ Que si lo deseo? ¡ Oh Christian ! ¿ Cómo has podido dudarlo ? Y me alegra y a la vez me entristece porque creo que él no se siente mal al igual que yo; de lo contrario no me lo preguntaría.

  Dudo unos instantes en responder, pero he de hacerlo.  Quiero, necesito volver a verle, y ha sido él quién ha dado el primer paso.  Froto mis dedos unos con otros, dudando, pensando muy bien, lo que voy a responderle.  Comienzo a escribir, pero no he de pensar mucho, las frases corren veloces en la pantalla expresando lo que deseo comunicarle.

" Si recibi las rosas: preciosas.  Gracias por tu amabilidad. Y sí, te agradezco que me acompañes a Portland"

¡ Le he respondido, le he respondido !  No tardo en recibir respuesta

" ¿ Te parece que pase a buscarte, a qué hora ?

Y con una sonrisa que parte mi cara en dos, escribo la respuesta:

" La exposición es a las 7 ó 7'30 " - Y la contestación no se hace esperar

- ¿ Te parece a las 6 ?
- Me parece bien. A las 6 entonces "

Y de repente todo ha cambiado. Ha bastado un simple correo, para dar un vuelco a mi vida.  Sé que nada ha cambiado, pero le veré, volveré a escuchar su voz, a ver sus ojos y a saber si me ha echado de menos.  Una nueva luz ilumina mi vida. Pero he de recordar que todo ésto es pura cortesía, que todo sigue igual, que él es como es y que no está dispuesto a cambiar, y que yo tampoco cambiaré.  Pero ahora no quiero pensar en ello. Sólo que voy a volverle a ver.  Durante estos horribles días, he pedido sólo verle, bien pues mi petición se ha cumplido.  He de conformarme con eso. Después, al día siguiente, viviré del recuerdo de nuestro encuentro.



¡ Cuán largas se me van a hacer las horas hasta nuestra reunión !.  En mi bolso llevo el neceser con las pinturas para arreglarme, y que no he vuelto a usar desde nuestra separación.  Maquillo ligeramente mi rostro, y como final me perfumo. Doy un último vistazo a mi aspecto y tomando mi bolso me dirijo hacia la salida.  A pocos metros, veo a Taylor dando cortos paseos de una puerta a otra. ¿ Él no está ? Si, si está. Cuando un cristal se baja desde dentro y su querido rostro, se asoma un poco mirando en mi dirección.  Hasta creo que ha esbozado una sonrisa cuando me ha visto salir de SIP.

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