domingo, 18 de octubre de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 32.5 - ( Fans de Grey )

El vello del pecho se me eriza al contacto con el aire fresco. Pero, ¿de dónde viene? La brisa fresca se convierte en frío. Aire frío, de verdad. Mucho más que el resto de la casa. Anastasia tiembla, y se acerca a mi lado mientras entramos en la habitación, acurrucándose en busca de calor. Entonces sube de la calle el murmullo pálido que alcanza un piso tan alto como el mío, apenas un murmullo. Miro desconcertado la cristalera del balcón. Está abierta. Las cortinas bailan al son del leve viento, leve pero frío.

- Anastasia, ¿has abierto tú la puerta corredera de la terraza? –espero con ansias un sí que me tranquilice. Tal vez se ha despertado con calor, tal vez necesitaba aire fresco después de las emociones de la noche, del alcohol ingerido.

- No recuerdo haber abierto, no –mierda-. De hecho, inspeccioné a fondo la habitación antes de salir. Y te aseguro que la puerta estaba cerrada. Me fijé.

Y entonces, su gesto cambia. Radicalmente, aprieta fuerte la mano que le sostengo, y ahoga un suspiro.
- ¿Qué te pasa, Anastasia? ¿Qué te ocurre? Dime, nena.

- Es que cuando me desperté… -se atasca, tratando de sacudirse el sueño de encima para pensar con claridad.

- ¿Qué? –por dios, ¡que hable!

- Cuando me desperté tuve la sensación de que había alguien en la habitación, mirándome.

- ¿Qué estás diciendo, Anastasia? –no puede ser, no puede ser que haya estado tan cerca y, una vez más, se nos haya escurrido. Corro hacia la puerta del balcón mientras ella sigue con su relato.

- Fue justo al despertarme. Había alguien ahí… pero pensé que no eran mas que imaginaciones mías.

- ¿Quién era, Anastasia? –me giro hacia ella, desbocado.

- No lo sé, creo que era una mujer. Estaba muy oscuro Christian, y yo acababa de despertarme –se disculpa. Pero no es momento para esto.

Salgo al balcón, y miro a ambos lados. La terraza corrida recorre el lateral completo de la casa y desde aquí no tengo visión del final por ninguno de los dos lados. Podría estar escondida tras los muebles. Agazapada detrás de una silla, yo qué sé. Vuelvo a entrar en la habitación. Lo primero ahora es poner a salvo a Anastasia.

- ¡Vístete, ahora mismo! –ordeno.

- No puedo Christian, mi ropa está arriba – dice, mirando sus piernas desnudas.

- Toma, ponte esto mismo –le lanzo unos pantalones de ir al gimnasio, y una sudadera. Me pongo otra yo, que sigo con el pecho descubierto.
Tengo que avisar a Sawyer cuanto antes. Tomo el teléfono que hay sobre la mesilla de noche y pulso las teclas que comunican directamente con él. 03. Tengo que acordarme de decírselo a Anastasia, que lo sepa ella también. Si ni siquiera aquí estamos seguros… Sawyer responde al segundo tono.
- Está aún aquí, joder, en el edificio.

- ¿Cómo? ¿Dónde están?

- En mi dormitorio.

- Quince segundos –responde Sawyer, y cuelga.

Anastasia se está poniendo la ropa que le he dejado, y se recoge el pelo. Mira a todas partes, con gesto asustado. Efectivamente, tal y como ha dicho mi jefe de seguridad, en quince segundos aparece Taylor por la puerta, acompañado de Reynolds, de Ryan… Hay que ser gilipollas para emparejar a dos tipos llamados así.

- Taylor, la señorita Williams ha entrado en el apartamento. De hecho, es muy posible que aún esté aquí. Anastasia la ha visto. Al parecer ha estado observándola y ha salido por la puerta del balcón.

- ¿Cuándo? –pregunta Taylor, siempre sereno.

- Hará unos diez minutos –musita Anastasia-.

- Cuéntales lo que ha ocurrido, Ana. Exactamente. Sin omitir nada.

- Yo estaba dormida y cuando me desperté noté una presencia extraña. Miré hacia la puerta y a los pies de la cama, a contraluz me pareció ver una silueta, una figura. Diría que de mujer. Cuando conseguí desperezarme ya no estaba.

- ¿Puede recordar algún detalle más, señorita Steele? –pregunta el otro mientras Taylor se comunica por su walkie con Sawyer.

- No, lo siento. Creo que iba vestida de negro, pero no se lo puedo asegurar. Di por hecho que estaba soñando, y no volví a pensar en ello hasta que..

- Hasta que llegamos a la habitación y vimos que la puerta de la terraza estaba abierta –termino la frase por ella, irritado. Hay que ponerse en movimiento ya. Ya-. Leila conoce a la perfección la distribución de este apartamento. Sabe que hay una puerta que comunica la terraza con el salón. Estoy seguro de que ha estado observando cada uno de nuestros movimientos. Sabía que yo no estaba con Anastasia cuando dormía, sabía cuando escabullirse cuando nos acercamos. Tiene que estar escondida por aquí. Encontradla. Yo me voy de aquí ahora mismo, y me llevo a Anastasia.
Ana mira desconcertada a un lado y a otro, buscando entre cada sombra, sin poder disimular el miedo cada vez que sus ojos se cruzan con un reflejo en la ventana.

- Taylor, ¿hasta cuándo estará fuera Gail?
- Mañana vuelve, señor Grey.

- Que no lo haga. No quiero que regrese hasta que estemos completamente seguros de que el apartamento no corremos ninguno ningún riesgo.

- Desde luego, señor Grey. ¿Ha quedado claro?

- Por supuesto. ¿Regresarán a Bellevue? –pregunta Taylor, sacando de nuevo el walkie para poner en marcha el dispositivo que nos acompañe en l desplazamiento.

- No, no quiero mezclar a mis padres en esto –no sabría cómo explicárselo, no tendría por dónde empezar. No tiene sentido volver allí ahora, con los restos de la fiesta aún apagándose-. Haznos una reserva en un hotel.

- Sí, señor. ¿El Pan Pacific le va bien?

- Lo que sea, joder. Pero ya. Tenemos que salir de aquí.

Anastasia me tira ligeramente de la manga.

- Christian, ¿no crees que estamos exagerando un poco? –pregunta.

- Anastasia, no seas insensata. Puede que vaya armada, no sabemos cómo ha entrado, ni si ha salido. Ya van dos veces en las que nos burla a todos hoy. A ti y a mí, y al supuesto mejor equipo de seguridad de la costa oeste –digo, fulminando con la mirada a Reynolds.

- Vamos, por favor –replica-. Me estaba mirando parada, a los pies de la cama, mientras yo dormía. Si hubiera querido hacerme daño, créeme, habría podido hacerlo.

- Me da lo mismo. No pienso correr ningún riesgo –ni permitir que me cuestione así-. Taylor, los zapatos de la señorita Steele están en su habitación, en el vestidor. Trae un par de deportivas. Ahora. Y tú, quédate aquí con la señorita Steele.

Lanzo una última mirada inquieta al ventanal. Dudo mucho que siga aún aquí espiando, mirando, pero el sólo pensamiento de sus ojos clavados en mí, en Anastasia, me crispa. No puede andar por allí allanando apartamentos o la policía dará con ella antes que nosotros. Y, por su propio bien, es mejor que no sea así.






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