viernes, 9 de octubre de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 31.19 - ( Fans de Grey )

- Eso ni se te ocurra. No hablarás con ella. Ni siquiera por encima de mi cadáver –Elena, el eterno problema de Elena…-. Mira Christian, si me permites el juego de palabras, ya sé que estás atado a ella económicamente, que tenéis asuntos financieros a medios y que de alguna manera eres socio capitalista de La Esclava… Pero me veo en la absoluta obligación de pedirte…

- ¿Qué, Ana? ¿Por qué te interrumpes? ¿Qué quieres pedirme?

- Nada, lo siento. Tengo que ir al cuarto de baño, perdóname.

- Anastasia, querida –tomo su mano antes de que se marche en dirección a los lavabos del jardín-, yo no la invité a esta fiesta. Elena Lincoln es una amiga de mi madre, y yo no puedo, ni debo, controlar sus movimientos. Vamos, cariño –le digo, acariciando su mentón-, Elena no es más que una vieja amiga. No dejes que nos estropee la velada. Deja que te acompañe esta vez, así no volverán a interrumpirte por el camino –digo, depositando un suave beso en sus labios.

Cuando Ana se pierde en el interior de los lujosos lavabos portátiles que mi madre ha alquilado para la ocasión, busco a Elena con la mirada. Al no encontrarla, decido sacar el teléfono, y llamarla. No puedo dejar que un fantasma de mi pasado venga a joderme el presente.

- Has tardado poco en llamarme, querido. ¿Echabas de menos una charla con alguien emocionalmente adulto? –dice Elena, a modo de saludo nada más responder al teléfono.

- No tiene ninguna gracia, Elena. Hace menos de veinticuatro horas que te pedí que te apartaras de ella.

- No me he acercado mucho… No es para ponerse así –replica.

- ¿Qué es lo que le has dicho, Elena? Sea lo que sea la pobre Anastasia estaba totalmente fuera de sí.

- Vamos querido –se defiende Elena-, no es para tanto. Le he dicho la verdad, y, si me permites, le he dicho más que la verdad. Le he dicho algunas cosas que tal vez deberías haberle dicho tú y apostaría a que no has hecho.

- Si no lo he hecho, Elena, es porque no me ha parecido el momento.

- No querido, te equivocas –me interrumpe Elena-. Si estuviéramos hablando del señor Christian Grey hombre de negocios tendría que darte la razón. Ahí no hay quien pueda desviar tu voluntad un solo milímetro. Pero no se trata de eso. Se trata de tu corazón y en ese terreno, no sabes caminar.

- Lo haré a mi manera y te agradecería mucho que te mantuvieras al margen Elena. Siempre he podido contar contigo, y espero que pueda seguir siendo así.

- Y así será, Christian. Sólo quería ayudarte. Por eso fui a hablar con ella.

- ¿Pero por qué cambiaste de opinión? Creía que estábamos de acuerdo –insisto, recordando claramente la conversación mantenida entre los dos en el salón de belleza, justo antes de que Anastasia volviera a ponerse como un potro desbocado al verla-.

- De acuerdo –concede, al fin.

- Bien, entonces déjala en paz. Anastasia es la primera mujer con la que tengo una relación en toda mi vida, y no quiero que la pongas en peligro basándote en una infundada preocupación por mí. Déjala, Elena. Déjala en paz.

- Está bien, está bien. Mensaje recibido.

- En paz, Elena. Déjala en paz.

- Sólo te pido un favor, Chrsitian, no te olvides de que siempre puedes contar conmigo.

- No, claro que no. Tengo que colgar.

Anastasia está a escasos metros de mí, su mirada fija en mí. No sé cuánto tiempo lleva allí, y ni siquiera sé si ha podido escuchar la conversación que hemos mantenido, o cuánto de ella le ha llegado.

- ¿Qué tal está tu vieja amiga? –me pregunta, dejándome claro que sabe con quién estaba hablando
.
- Está de bastante mal humor –me acerco a ella, y la tomo de la cintura, señalando la pista de baile-. ¿Te gustaría volver a bailar a la pista? ¿O prefieres que nos vayamos a casa ya? Aunque –consulto mi reloj para ver cuánto falta para el espectáculo pirtotécnico-, en cinco minutos empezarán los fuegos artificiales. ¿Te gustaría verlos?

- Oh, sí… Me encantan los fuegos artificiales –dice, recuperando la sonrisa dulce que tanto amo.

- Entonces no hay más que hablar. Nos quedamos a verlos. Y, Ana, no te lo tomes como algo personal, ni dejes que Elena Lincoln se interponga entre nosotros.

- Lo sé. Pero se preocupa por ti –dice, muy suave.

- Y yo también me preocupo por ella, pero como amiga.

- Me da la sensación de que Elena es más que una simple amistad, Christian –replica, insistiendo en sus temores.

- Mira Anastasia, lo que tenemos Elena y yo es… es complicado. Hace años nosotros dos compartimos una historia, pero no se trata nada más que eso, de historia. Y como te he dicho ya muchas veces, Elena no es más que una buena amiga. Y nada más. Por favor, olvídate de ella, te lo ruego.

La tomo de la mano y juntos nos dirigimos arropando con el silencio el mar de dudas que aún flotan en el aire en torno a mi relación pasada con Elena. ¿Qué es lo que tanto le duele? ¿La pasada? ¿La presente? ¿Una potencial relación futura?

- Anastasia –una voz nos sorprende a medio camino, la de mi padre, que se acerca sonriendo hacia nosotros-, ¿me concederías el honor de acompañarme en el próximo baile?

Con alivio, le entrego la mano de Anastasia a mi padre para que se dirija con ella a la pista de baile. Me vendrá bien una tregua. Bajan a la pista y Come fly with me llena el aire de la noche bien entrada sobre el promontorio en el que está casi colgado el jardín.

- ¿Cómo va eso, señor Grey?

Flynn estruja entre dos dedos un grueso habano.

- Hasta hace un momento bien, rodeado del aroma de las madreselvas. Ahora no podría decir lo mismo –me lamento, apartando el espeso humo con una mano.

- Lo siento, Christian, había olvidado lo sensible que eras al humo –apaga el puro en un cenicero portátil al pie de un árbol-. He de reconocer que me satisface mucho ver que te has decidido a traer a la señorita Steele a la fiesta. Y lo bien que te has defendido en la subasta, estoy sorprendido.

- ¿Esperabas acaso una batalla medieval, con gritos, golpes, y estocadas? –pregunto, divertido. Es curioso mantener una charla así con mi terapeuta, después de tantos años.

- Bueno, tengo entendido que el sentido de la propiedad era el el siglo XVIII bastante parecido al que tienes tú más de doscientos años después… Con la diferencia de que ahora nos afeitamos y nos lavamos más a menudo.

- ¿Tendrás un hueco para mí el lunes? No todo ha sido tan fácil como ha parecido esta noche. Digamos que lo que aparentemente es un balsa de aceite ha sido una tempestad en toda regla, con canto de sirenas incluídas.

- Por supuesto, pide cita con mi secretaria.

- Andrea lo hará a primera hora.

- Cierto, Andrea… Sabes, Grey, algún día deberías empezar a tomar las riendas de tu vida.





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