Nada importante. Taylor y Sawyer, que siguen comprobando los sistemas de acceso al panel central. Leila, que sigue sin aparecer. Gail, confirmando que no volverá a casa. La doctora Green, confirmando la cita de esta mañana. Mierda. Me había olvidado por completo.
· Buenos días, doctora Green. Gracias por confirmar la cita de las 11:00. La esperamos en lugar de en el Escala, en la Cascade Suite. Piso once del Fairmont Olympic. Le ruego discreción. Pregunte por Taylor.
Esta es una de esas noches eternas que parecen durar varios años. Mientras clarea la mañana, abro un poco las cortinas, para contemplar a Anastasia. Son cerca de las diez, y la doctora estará aquí temprano. Me visto, y llamo al servicio de habitaciones para que nos suban el desayuno.
- Buenos días. Taylor, suite Cascade. Suban por favor un café solo, un Earl Grey, tortitas con bacon y huevos revueltos.
- En seguida, señor Taylor.
- Gracias. Suban un periódico, por favor.
- ¿Alguna preferencia, señor Taylor?
- Uno de cada bastará.
- Ahora mismo lo llevará un botones.
Según cuelgo el teléfono dos leves toques en la puerta llaman mi atención. Por la mirilla veo a un botones vestido de punta en blanco con una bandeja en la mano. Abro.
- La prensa del día, señor Taylor –dice, con una reverncia.
- Gracias –respondo tomando los periódicos y dejando en su lugar una propina de cinco dólares.
Me acerco a la cama, donde me dejo caer al lado de Anastasia. Mi peso sobre el colchón levanta ligeramente su cuerpo, que rueda hacia mi regazo. Su boca entreabierta deja escapar el aire, y no puedo evitar mirarla, embelesado… Hojeo la prensa sin encontrar nada, ninguna mención a Leila Williams. Eso sí, la fiesta de Bellevue protagoniza los ecos de sociedad de todas las tiradas. Dos toques, de nuevo. El mismo botones entra con un carrito dorado con dos servicios de desayuno. Mismo protocolo. Mismos cinco dólares. Vuelvo a la cama. Cuando Anastasia al fin abre los ojos, somnolienta, mira a su alrededor desubicada.
- Hola –murmuro, para no disturbarla.
- Hola. ¿Cuánto tiempo llevas allí mirándome? –dice, tapándose el cuerpo desnudo con timidez.
- Nada más que cinco minutos. Pero podría contemplarte durante horas sin cansarme –le regalo un beso de buenos días-. Levántate, la doctora Greene vendrá en cualquier momento.
- Oh, la doctora Greene –se lamenta.
- ¿Has dormido bien, nena? Roncabas tanto que juraría que has descansado bien.
- ¡No es cierto! ¡Yo no ronco! –replica, jugando a hacerse la ofendida.
- No, no roncas –concedo, al fin.
Anastasia se incorpora y se despereza en la cama. La sábana resbala justo por debajo de uno de sus pechos cuando se gira para sentarse en la cama, y no se da cuenta. Y yo me obligo a mirar el reloj para ver que tenemos media hora escasa para prepararnos antes de que la doctora esté aquí.
- ¿Te has duchado ya? –me pregunta.
- No, te estaba esperando.
- Muchas gracias –responde satisfecha, con una sonrisa-. ¿Qué hora es?
- Más de las diez y cuarto. Pero el corazón me decía que no debía despertarte antes.
- Creía que alguna vez me habías dicho que tú no tenías corazón.
- Anda, levanta. Han traído ya el desayuno. Te he pedido tortitas con bacon. Y además, empiezo a sentirme solo en esta suite gigante. Te espero en el salón, oliendo el café. O tal vez empiece, no tardes mucho.
Con una palmada en un culo que me gustaría tener tiempo de palmear más, la dejo sobre la cama. En el salón, empujo el carrito con el desayuno hasta la mesa, y la coloco. Es extraño hacer esto yo mismo. Normalmente como algo en la oficina, amargo, impersonal. Desayunos de compromiso por trabajo.
- Taylor –responde mi chófer al coger el teléfono.
- Soy Grey. ¿Alguna novedad?
- No, señor. Parece que la señorita Williams se desvaneció ayer al salir de su apartamento. En cuanto a las cintas…
- Déjalo, que se ocupe Sawyer de eso, que es su trabajo. Quería preguntarte otra cosa.
- Dígame.
- ¿Sigues teniendo aquel contacto en Saab? El alemán importador de coches.
- Por supuesto.
- Bien. Habla con él. Iré a verle esta tarde. Anastasia necesita un coche nuevo.
- Había llamado ya a Audi para –dice Taylor.
- Esta vez no. Ningún A3 más.
- Entendido, señor. Le haré saber que irán a visitarle esta tarde.
- Perfecto. Quiero lo mejor de lo mejor disponible en tienda, en varios colores.
- Así se lo haré saber.
- Dile a Sawyer que me llame.
Anastasia aparece enfundada en un enorme albornoz blanco que parece una piel de oso. Es casi tan blanco como su piel, y su pelo recogido en un moño alto deja caer algún mechón que contrasta con tanta palidez. Está hermosa, sonrosada.
- Come, nena. Vas a necesitar fuerzas hoy.
- ¿Y eso por qué? No me digas que vas a volver a encerrarme en el dormitorio, Christian –dice, dejando caer las pestañas juguetona.
- No es que no resulte atractiva la propuesta, pero hoy tenía pensado salir. Nos vendrá bien tomar un poco el aire.
- ¿Y no será peligroso?
- El sitio al que vamos a ir no. Pero de todas formas este asunto no es para tomárselo a broma, así que no juegues.
El teléfono de la habitación suena.
- Taylor –respondo.
- Buenos días señor Taylor. Aquí en el vestíbulo hay una persona preguntando por usted. Se trata de la doctora Greene.
- Que suba, por favor.
- Es la doctora Greene Anastasia.
Me acerco a la puerta, justo a tiempo para abrir.
- Buenos días señor… -evidentemente no sabe si Grey o Taylor.
- Taylor está bien, doctora, no se preocupe. Adelante, Anastasia está terminando de desayunar. ¡Ana!
Anastasia aparece ajustándose el cinturón del albornoz, visiblemente azorada.
- Buenos días, señorita Steeele.
- Doctora Greene –responde, tímida.
- Es un placer volver a verla. ¿Dígame, en qué puedo ayudarles?
- Yo voy a retirarme, señoras. Estas cosas es mejor que las arregléis entre vosotras. No me gustaría entrometerme en una conversación entre mujeres. Estaré en el salón.
Anastasia y la doctora se dirigen al cuarto de baño, y cierran la puerta. Taylor vuelve a llamar. En el concesionario estarán encantados de vernos esta tarde y servirnos con toda la amabilidad que un Grey se merece. Ha mencionado algo así como Patronos de la ciudad… Joder, todo Seattle ha debido leer la prensa local y ver las fotos de los Travelyan-Grey salvando el mundo.
- ¿Señor Grey? –aparece de repente la ginecóloga-. Ya hemos terminado. Me marcho,
- Muchas gracias por todo doctora, y gracias por venir hasta aquí.
- Ningún problema. Ya se lo he dicho a la señorita Steele, no debería haber ningún problema, pero por favor, llámenme si la inyección le provoca algún efecto secundario.
¿Inyección? ¿Efecto secundario? ¿Cuántos días lleva sin tomar la píldora? ¡No jodas, Anastasia!
· Buenos días, doctora Green. Gracias por confirmar la cita de las 11:00. La esperamos en lugar de en el Escala, en la Cascade Suite. Piso once del Fairmont Olympic. Le ruego discreción. Pregunte por Taylor.
Esta es una de esas noches eternas que parecen durar varios años. Mientras clarea la mañana, abro un poco las cortinas, para contemplar a Anastasia. Son cerca de las diez, y la doctora estará aquí temprano. Me visto, y llamo al servicio de habitaciones para que nos suban el desayuno.
- Buenos días. Taylor, suite Cascade. Suban por favor un café solo, un Earl Grey, tortitas con bacon y huevos revueltos.
- En seguida, señor Taylor.
- Gracias. Suban un periódico, por favor.
- ¿Alguna preferencia, señor Taylor?
- Uno de cada bastará.
- Ahora mismo lo llevará un botones.
Según cuelgo el teléfono dos leves toques en la puerta llaman mi atención. Por la mirilla veo a un botones vestido de punta en blanco con una bandeja en la mano. Abro.
- La prensa del día, señor Taylor –dice, con una reverncia.
- Gracias –respondo tomando los periódicos y dejando en su lugar una propina de cinco dólares.
Me acerco a la cama, donde me dejo caer al lado de Anastasia. Mi peso sobre el colchón levanta ligeramente su cuerpo, que rueda hacia mi regazo. Su boca entreabierta deja escapar el aire, y no puedo evitar mirarla, embelesado… Hojeo la prensa sin encontrar nada, ninguna mención a Leila Williams. Eso sí, la fiesta de Bellevue protagoniza los ecos de sociedad de todas las tiradas. Dos toques, de nuevo. El mismo botones entra con un carrito dorado con dos servicios de desayuno. Mismo protocolo. Mismos cinco dólares. Vuelvo a la cama. Cuando Anastasia al fin abre los ojos, somnolienta, mira a su alrededor desubicada.
- Hola –murmuro, para no disturbarla.
- Hola. ¿Cuánto tiempo llevas allí mirándome? –dice, tapándose el cuerpo desnudo con timidez.
- Nada más que cinco minutos. Pero podría contemplarte durante horas sin cansarme –le regalo un beso de buenos días-. Levántate, la doctora Greene vendrá en cualquier momento.
- Oh, la doctora Greene –se lamenta.
- ¿Has dormido bien, nena? Roncabas tanto que juraría que has descansado bien.
- ¡No es cierto! ¡Yo no ronco! –replica, jugando a hacerse la ofendida.
- No, no roncas –concedo, al fin.
Anastasia se incorpora y se despereza en la cama. La sábana resbala justo por debajo de uno de sus pechos cuando se gira para sentarse en la cama, y no se da cuenta. Y yo me obligo a mirar el reloj para ver que tenemos media hora escasa para prepararnos antes de que la doctora esté aquí.
- ¿Te has duchado ya? –me pregunta.
- No, te estaba esperando.
- Muchas gracias –responde satisfecha, con una sonrisa-. ¿Qué hora es?
- Más de las diez y cuarto. Pero el corazón me decía que no debía despertarte antes.
- Creía que alguna vez me habías dicho que tú no tenías corazón.
- Anda, levanta. Han traído ya el desayuno. Te he pedido tortitas con bacon. Y además, empiezo a sentirme solo en esta suite gigante. Te espero en el salón, oliendo el café. O tal vez empiece, no tardes mucho.
Con una palmada en un culo que me gustaría tener tiempo de palmear más, la dejo sobre la cama. En el salón, empujo el carrito con el desayuno hasta la mesa, y la coloco. Es extraño hacer esto yo mismo. Normalmente como algo en la oficina, amargo, impersonal. Desayunos de compromiso por trabajo.
- Taylor –responde mi chófer al coger el teléfono.
- Soy Grey. ¿Alguna novedad?
- No, señor. Parece que la señorita Williams se desvaneció ayer al salir de su apartamento. En cuanto a las cintas…
- Déjalo, que se ocupe Sawyer de eso, que es su trabajo. Quería preguntarte otra cosa.
- Dígame.
- ¿Sigues teniendo aquel contacto en Saab? El alemán importador de coches.
- Por supuesto.
- Bien. Habla con él. Iré a verle esta tarde. Anastasia necesita un coche nuevo.
- Había llamado ya a Audi para –dice Taylor.
- Esta vez no. Ningún A3 más.
- Entendido, señor. Le haré saber que irán a visitarle esta tarde.
- Perfecto. Quiero lo mejor de lo mejor disponible en tienda, en varios colores.
- Así se lo haré saber.
- Dile a Sawyer que me llame.
Anastasia aparece enfundada en un enorme albornoz blanco que parece una piel de oso. Es casi tan blanco como su piel, y su pelo recogido en un moño alto deja caer algún mechón que contrasta con tanta palidez. Está hermosa, sonrosada.
- Come, nena. Vas a necesitar fuerzas hoy.
- ¿Y eso por qué? No me digas que vas a volver a encerrarme en el dormitorio, Christian –dice, dejando caer las pestañas juguetona.
- No es que no resulte atractiva la propuesta, pero hoy tenía pensado salir. Nos vendrá bien tomar un poco el aire.
- ¿Y no será peligroso?
- El sitio al que vamos a ir no. Pero de todas formas este asunto no es para tomárselo a broma, así que no juegues.
El teléfono de la habitación suena.
- Taylor –respondo.
- Buenos días señor Taylor. Aquí en el vestíbulo hay una persona preguntando por usted. Se trata de la doctora Greene.
- Que suba, por favor.
- Es la doctora Greene Anastasia.
Me acerco a la puerta, justo a tiempo para abrir.
- Buenos días señor… -evidentemente no sabe si Grey o Taylor.
- Taylor está bien, doctora, no se preocupe. Adelante, Anastasia está terminando de desayunar. ¡Ana!
Anastasia aparece ajustándose el cinturón del albornoz, visiblemente azorada.
- Buenos días, señorita Steeele.
- Doctora Greene –responde, tímida.
- Es un placer volver a verla. ¿Dígame, en qué puedo ayudarles?
- Yo voy a retirarme, señoras. Estas cosas es mejor que las arregléis entre vosotras. No me gustaría entrometerme en una conversación entre mujeres. Estaré en el salón.
Anastasia y la doctora se dirigen al cuarto de baño, y cierran la puerta. Taylor vuelve a llamar. En el concesionario estarán encantados de vernos esta tarde y servirnos con toda la amabilidad que un Grey se merece. Ha mencionado algo así como Patronos de la ciudad… Joder, todo Seattle ha debido leer la prensa local y ver las fotos de los Travelyan-Grey salvando el mundo.
- ¿Señor Grey? –aparece de repente la ginecóloga-. Ya hemos terminado. Me marcho,
- Muchas gracias por todo doctora, y gracias por venir hasta aquí.
- Ningún problema. Ya se lo he dicho a la señorita Steele, no debería haber ningún problema, pero por favor, llámenme si la inyección le provoca algún efecto secundario.
¿Inyección? ¿Efecto secundario? ¿Cuántos días lleva sin tomar la píldora? ¡No jodas, Anastasia!
No hay mas capitulos. Vas a seguir con la historia.
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