miércoles, 7 de octubre de 2015

En la piel de Grey - Capítulo 31.17 - ( Fans de Grey )

- Muchas gracias a todos, damas y caballeros -el cantante banda se dirige al público cuando cesa el aplauso y su voz puede al fin, hacerse audible-. Me gustaría lo primero dar las gracias al señor Grey y a la doctora Trevelyan por ofrecer de forma tan desinteresada un espacio en el que celebrar un evento de estas características. Señor, doctora, propongo un aplauso por su generosidad.
La multitud entera acompaña al cantante con el aplauso.

- Por último, y no menos importante, me gustaría decir que el baile inaugural ha estado con creces a la altura que se esperaba después del ritmo que había tomado la subasta. Señoritas, caballeros, ha sido un placer verles danzar. Y al resto, nada, que me llamo Sam, que esta es mi banda y que estamos dispuestos a hacérselo pasar bien un rato más. Agarren a sus parejas y, a bailar.

Me giro de nuevo, dispuesto a retomar la cintura de la mujer que acabo de poseer, cuando un hombre se acerca a Anastasia por detrás, y clava fija su mirada desafiante en mí.

- Discúlpenme, ¿puedo interrumpir?

Flynn… Me tiene un poco sorprendido esta versión de payaso, de bufón, de la que está haciendo gala esta velada pero, qué demonios, la noche es de huir, y más aún ataviados con estas máscaras.

- Adelante, por favor. Anastasia –me coloco protectoramente a su lado antes de seguir adelante con las presentaciones -, permíteme que te presente al doctor John Flynn. Doctor, es para mí un placer presentarle a la señorita Anastasia Steele.

John se acerca a ella con evidente curiosidad. Tantos años de terapia juntos me han permitido reconocer con su reacciones tan bien como él conoce las mías.

- ¡Anastasia! Qué gran placer, ¿cómo estás, querida? –Flynn le ofrece una mano elegante y anacrónica para tomar la suya y besarla.

- Hola.

Con una mirada, el doctor John Flynn me pide permiso para tomar a Anastasia entre sus brazos y, sin esperar mi respuesta, la arrastra entre la multitud de la pista de baile, que ha vuelto a llenarse después de la primera interrupción. Anastasia me busca con los ojos, desconcertada, y la tranquilizo con una sonrisa, y haciendo un gesto marcial con mi máscara que quiere decir que está en buenas manos. Una versión de Francis Cabrel me recuerda en meloso francés a cada estrofa que sí, que la quiero a morir.

Flynn y Anastasia giran entre la multitud, más incómoda él que ella, probablemente tratando de averiguar lo más posible sobre mí, y mi psiquiatra apelando una y otra vez a su privilegio paciente doctor. La situación, un poco, me divierte. A lo lejos diviso a Taylor, colocado a espaldas de la carpa principal, los ojos fijos en la valla que domina el perímetro del promontorio sobre el que está enclavada la casa. Con un guiño, le digo que se acerque. Pero justo antes de que me alcance, una Elena enfundada en una máscara que le cubre por completo el cabello se me acerca. Le digo a Taylor que espere.

- Elena, buenas noches.

- Buenas noches, querido –dice, haciendo una reverencia que deja el terciopelo de su ceñido vestido negro devolviendo al universo luces tornasoladas.

- ¿Cómo tan solo, señor Grey? –me pregunta.

- Anastasia ha caído en manos del doctor Flynn. Ya sabes cómo es, la curiosidad…

- Mató al gato –termina la frase por mí.

- Es cierto –replico sonriendo-, pero no es eso lo que iba a decir. Iba a decir que la curiosidad ha podido con él hasta el punto de romper la privacidad médico paciente. Una cosa es presentarse, pero bailar a Cabrel agarrados de la cintura…

Elena se ríe, divertida.

- ¿Lo estás pasando bien, querida?

- Hubo tiempos en los que estas fiestas me resultaban mucho más entretenidas –derrotada, se apoya contra el tronco de un árbol y se une a mí en la contemplación del espectáculo del baile en la carpa central-. En fin, todo pasa, ¿no crees?

- No creo que hayan pasado por ti nada más que los más benévolos años que una mujer haya podido jamás conocer.

Elena me sonríe, y alza su copa por mí.

- Gracias, querido. Pero los dos sabemos que no soy la que era y, para qué engañarnos, tampoco volvería a serlo. Ahora, mirando al mundo desde la atalaya que da la edad –que tengo que reconocer que no dista demasiado de la que podemos tener tú y yo aquí, ahora mismo-, uno siente que ya se ha hecho tarde para ciertas cosas. Que puede que no quede nada más que mirar. Observar y mirar.

- Vamos, Elena, no seas dramática. Excepto Anastasia, no creo que haya una sola mujer en toda la fiesta capaz de hacer descarrilar un tren.

- Anastasia… Me gustaría mucho hablar con ella. ¿Me la presentarás?

- Ya hemos hablado de esto, Elena. No estoy preparado para un tsunami ahora mismo. Dale tiempo, te lo ruego –Taylor se acerca a nosotros- y ahora, si me permites, voy a controlar que no haya ningún fuego nuevo que apagar.

Beso con ceremonia su mano, y me vuelvo hacia Taylor.

- ¿Alguna novedad? –pregunto, a sabiendas de que de haberse producido me lo habrían comunicado ya.

- Negativo, señor Grey. Ninguna. En cualquier caso el dispositivo de máxima alerta sigue operativo, y no lo cancelaremos hasta que regresen al Escala esta noche. A no ser que prefieran quedarse a pasar la noche aquí.

Los ojos pícaros de Taylor me revelan que sabe dónde hemos pasado la última media hora Anastasia y yo. Le devuelvo la sonrisa. Para eso le pago

- Creo que prefiero la intimidad de mis cuatrocientos metros cuadrados y la decoración austera de un postadolescente, pero gracias, Taylor. Es bueno saber que puedo contar contigo. –En ese momento la música empieza a bajar de tono-. Si me disculpas, tengo que recuperar a mi pareja, antes de que sea fagocitada por un psiquiatra que peina canas.

- Perfecto, señor Grey. Sigo aquí atento y a su disposición.

- Gracias, Taylor.

Cuando alcanzo el borde de la pista Francis Cabrel, o Sam, más bien, lanza sus últimos la quiero a morir, y busco a Flynn y Anastasia entre la gente. Las máscaras complican la cosa, pero finalmente doy con ellos, mirándose muy fijamente a los ojos, la pose tensa. No me extrañaría nada que Ana hubiera tratado de arañar, de hurgar, de saber.

- Ha sido un verdadero placer conocerte, Anastasia.

Anastasia se suelta de sus manos y viene a colocarse bajo la protección de mi brazo, pegada a mi torso. Es tan maravilloso el tacto de su cuerpo, el calor que emana su piel… Podría estar pegado a ella siempre.

- Es mucho más joven de lo que me esperaba, el doctor Flynn –dice al fin.

- ¿Más joven? ¿Y puede saberse cómo te lo imaginabas?

- Más viejo. Y más discreto. ¿Es que los psiquiatras no se someten al juramento de discreción? Tiene que haber algo así con los médicos, igual que con los abogados…






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