Los días pasan como siempre, lentos. Pero ahora más ocupados ya que dedico todo lo que puedo a repasar los exámenes. Poco mas de una semana queda para terminar el curso y mi carrera. ¡ Ojalá y saque todas las asignaturas! Tengo mucha ilusión y a la vez estoy preocupada, aunque sé que no debiera; todas mis notas medias, en los cuatro años, han sido excelentes, así que no debería preocuparme, pero lo hago. Estoy nerviosa, y no puedo evitarlo
Hoy está siendo un día extraño en la ferretería: poca gente, al menos a mediodía. Es de las pocas ocasiones en que puedo almorzar tranquilamente mientras anoto las existencias en el ordenador. Almuerzo despacio porque me concentro mucho en lo que estoy haciendo. Me lo han confiado y no puedo cometer errores, porque un apunte mal hecho cambia todo el sistema de almacenamiento de ese producto, así que tengo que estar muy pendiente de lo que hago.
Tengo una sensación extraña. levanto la mirada de la pantalla, y no hay nadie, pero es como cuando presientes que alguien te clava la vista, y yo lo siento en mi nuca. Me giro y ¡ oh no ! Ahí está y viene hacia mi. ¿ Qué hace aquí ? No me le imagino haciendo bricolaje o desatascando alguna cañería, no creo que tengamos algo que pueda interesarle. ¡ Viene sonriendo ! Ya me ha erizado el vello con sólo verle. Y de nuevo siento un calor intenso en mis mejillas, anuncio del inoportuno rubor que me hace parecer tímida e infantil, y no soy ni una cosa ni otra.
Guardo apresuradamente el resto de mi bocadillo y lo meto debajo de la encimera, mientras limpio mi boca por si tuviera algún resto de comida. Salgo de detrás del mostrador y creo que debo ir a su encuentro y ofrecerle mis servicios. Me saluda muy cortesmente sonriendo, y yo me pongo de los nervios recordando aquella pregunta, que seguro él también recuerda.
- ¿ Qué se le ofrece señor Grey?
- No tenía ni idea de que fuera aquí donde trabaja- Creo que me está soltando una mentira. me da la impresión de que se imaginaba que, si no en Clayton's, estaría trabajando en algún establecimiento semejante. Pero claro, entre toda la extensión de Portland, es pura coincidencia que haya entrado justo donde yo estoy. Lanzo al aire un ligero suspiro. Me las prometía muy felices al no tenerle que volver a ver, y mira por donde está delante de mi.
- Pasaba por aquí, y como necesito algunas cosas dije a mi chófer que parase, y mire lo que son las cosas, es justo donde trabaja la indiscreta señorita Steele. - Yo carraspeo. Además de perturbador, tiene un extraño sentido del humor
-Necesito cuerda y quizá bridas ¿ Tienen bridas?
- Señor Grey, esta ferretería es la más surtida de toda la ciudad. Yo diría que la más importante de la zona, así que tenemos cuerdas, bridas y todo lo que necesite.
- Es usted una excelente relaciones públicas. Su jefe debería saberlo y aumentarle el sueldo.
Me dirijo al lugar en donde tenemos los expositores de lo que ha pedido, y me extraño ¿para qué demonios querrá las bridas? La cuerda aún lo entiendo ¿ pero las bridas? En fin él sabrá. Me limito a sonreírle de vez en cuando y a despachar lo que me pida. Y ocurre algo insólito que, francamente no sé cómo catalogar, pero su gesto cambia inmediatamente , de simpático y ocurrente, a totalmente hostil, cuando Paul se acerca para ayudarme. Le indico que no le necesito, y entonces me fijo en que ambos se han mirado uno al otro retadores. ¿ Por qué ? Y la única explicación que encuentro, es que al señor Grey no le gusta que le interrumpan cuando está haciendo algo, que por otra parte, ha sido una intromisión de Paul rayando en la mala educación.
Me pregunta por Kate y le digo que está mejor, pero que le preocupa que en su entrevista no tenga una foto actual de él:
- Me ha dicho que la subirá de Internet
-¿ No desearía una original ? Mañana voy a estar por aquí- Si quiere podemos quedar y hacer el reportaje
- ¿ De verdad? No tiene idea de la alegría que se llevaría. Es su último artículo para la revista ya que nos graduamos el próximo jueves
- Ya lo sé. Voy a hacer el discurso de graduación.
Y en ese momento me quedo sin aire en las venas. Yo no quería volver a verle, y va a ser posible en esa misma semana..., dos veces. Procuro no ser descarada y no mirarle fijamente, pero hay momentos en que no puedo evitarlo, y me cautiva su boca, esa sonrisa pícara de medio lado. Sus ojos grises, acerados, misteriosos, penetrantes y sus manos de dedos largos y finos, que han rozado las mías levemente. Al hacerlo un escalofrío ha recorrido mi cuerpo. Sigo bajo su influencia, la misma que sentí a la salida de su oficina y que no me ha abandonado desde entonces. No quiero pensar en él, pero lo hago una y otra vez, para deleite y disgusto a un tiempo.
- Llámeme si se deciden
Salgo de mis pensamientos ante lo que me está diciendo. En estos momentos no sé a qué se refiere y debo poner algún gesto raro porque señalando con un dedo una tarjeta puesta sobre el mostrador, me aclara " lo del reportaje... las fotos "
- ¡ Ah si, si.- Me fijo y en su tarjeta ha anotado de su puño y letra, el número de su teléfono privado, además del de la oficina. Lo leo brevemente y tras una leve sonrisa, le insinúo que estoy de acuerdo. Me dedica una mirada ligera y sale del establecimiento, y yo me quedo extasiada al contemplar su bien formado cuerpo, y en la retina la mirada extraña de sus ojos grises, impenetrables.
Una vez repuesta de mi abstracción, agito la cabeza para despejarme y tomo mi teléfono para contactar inmediatamente con Kate. ¡ Menuda alegría va a llevarse ! Grey en fotografías inéditas. Pero de repente se me corta la alegría ¿ y el fotógrafo? Pero resulta, que la impaciente Kate, encuentra la solución "que las haga José ". Tras un tira y afloja de quién ha de llamarle, como siempre la embajadora de esa misión seré yo. menos mal que José me quiere, y tras algunas pegas accede a realizar el encargo. Y viene la segunda parte: quedar de acuerdo con él en dónde y a qué hora. Puestos de acuerdo, ya está todo solucionado. Será al día siguiente en el hotel Heathman a las nueve de la mañana.
Hoy está siendo un día extraño en la ferretería: poca gente, al menos a mediodía. Es de las pocas ocasiones en que puedo almorzar tranquilamente mientras anoto las existencias en el ordenador. Almuerzo despacio porque me concentro mucho en lo que estoy haciendo. Me lo han confiado y no puedo cometer errores, porque un apunte mal hecho cambia todo el sistema de almacenamiento de ese producto, así que tengo que estar muy pendiente de lo que hago.
Tengo una sensación extraña. levanto la mirada de la pantalla, y no hay nadie, pero es como cuando presientes que alguien te clava la vista, y yo lo siento en mi nuca. Me giro y ¡ oh no ! Ahí está y viene hacia mi. ¿ Qué hace aquí ? No me le imagino haciendo bricolaje o desatascando alguna cañería, no creo que tengamos algo que pueda interesarle. ¡ Viene sonriendo ! Ya me ha erizado el vello con sólo verle. Y de nuevo siento un calor intenso en mis mejillas, anuncio del inoportuno rubor que me hace parecer tímida e infantil, y no soy ni una cosa ni otra.
Guardo apresuradamente el resto de mi bocadillo y lo meto debajo de la encimera, mientras limpio mi boca por si tuviera algún resto de comida. Salgo de detrás del mostrador y creo que debo ir a su encuentro y ofrecerle mis servicios. Me saluda muy cortesmente sonriendo, y yo me pongo de los nervios recordando aquella pregunta, que seguro él también recuerda.
- ¿ Qué se le ofrece señor Grey?
- No tenía ni idea de que fuera aquí donde trabaja- Creo que me está soltando una mentira. me da la impresión de que se imaginaba que, si no en Clayton's, estaría trabajando en algún establecimiento semejante. Pero claro, entre toda la extensión de Portland, es pura coincidencia que haya entrado justo donde yo estoy. Lanzo al aire un ligero suspiro. Me las prometía muy felices al no tenerle que volver a ver, y mira por donde está delante de mi.
- Pasaba por aquí, y como necesito algunas cosas dije a mi chófer que parase, y mire lo que son las cosas, es justo donde trabaja la indiscreta señorita Steele. - Yo carraspeo. Además de perturbador, tiene un extraño sentido del humor
-Necesito cuerda y quizá bridas ¿ Tienen bridas?
- Señor Grey, esta ferretería es la más surtida de toda la ciudad. Yo diría que la más importante de la zona, así que tenemos cuerdas, bridas y todo lo que necesite.
- Es usted una excelente relaciones públicas. Su jefe debería saberlo y aumentarle el sueldo.
Me dirijo al lugar en donde tenemos los expositores de lo que ha pedido, y me extraño ¿para qué demonios querrá las bridas? La cuerda aún lo entiendo ¿ pero las bridas? En fin él sabrá. Me limito a sonreírle de vez en cuando y a despachar lo que me pida. Y ocurre algo insólito que, francamente no sé cómo catalogar, pero su gesto cambia inmediatamente , de simpático y ocurrente, a totalmente hostil, cuando Paul se acerca para ayudarme. Le indico que no le necesito, y entonces me fijo en que ambos se han mirado uno al otro retadores. ¿ Por qué ? Y la única explicación que encuentro, es que al señor Grey no le gusta que le interrumpan cuando está haciendo algo, que por otra parte, ha sido una intromisión de Paul rayando en la mala educación.
Me pregunta por Kate y le digo que está mejor, pero que le preocupa que en su entrevista no tenga una foto actual de él:
- Me ha dicho que la subirá de Internet
-¿ No desearía una original ? Mañana voy a estar por aquí- Si quiere podemos quedar y hacer el reportaje
- ¿ De verdad? No tiene idea de la alegría que se llevaría. Es su último artículo para la revista ya que nos graduamos el próximo jueves
- Ya lo sé. Voy a hacer el discurso de graduación.
Y en ese momento me quedo sin aire en las venas. Yo no quería volver a verle, y va a ser posible en esa misma semana..., dos veces. Procuro no ser descarada y no mirarle fijamente, pero hay momentos en que no puedo evitarlo, y me cautiva su boca, esa sonrisa pícara de medio lado. Sus ojos grises, acerados, misteriosos, penetrantes y sus manos de dedos largos y finos, que han rozado las mías levemente. Al hacerlo un escalofrío ha recorrido mi cuerpo. Sigo bajo su influencia, la misma que sentí a la salida de su oficina y que no me ha abandonado desde entonces. No quiero pensar en él, pero lo hago una y otra vez, para deleite y disgusto a un tiempo.
- Llámeme si se deciden
Salgo de mis pensamientos ante lo que me está diciendo. En estos momentos no sé a qué se refiere y debo poner algún gesto raro porque señalando con un dedo una tarjeta puesta sobre el mostrador, me aclara " lo del reportaje... las fotos "
- ¡ Ah si, si.- Me fijo y en su tarjeta ha anotado de su puño y letra, el número de su teléfono privado, además del de la oficina. Lo leo brevemente y tras una leve sonrisa, le insinúo que estoy de acuerdo. Me dedica una mirada ligera y sale del establecimiento, y yo me quedo extasiada al contemplar su bien formado cuerpo, y en la retina la mirada extraña de sus ojos grises, impenetrables.
Una vez repuesta de mi abstracción, agito la cabeza para despejarme y tomo mi teléfono para contactar inmediatamente con Kate. ¡ Menuda alegría va a llevarse ! Grey en fotografías inéditas. Pero de repente se me corta la alegría ¿ y el fotógrafo? Pero resulta, que la impaciente Kate, encuentra la solución "que las haga José ". Tras un tira y afloja de quién ha de llamarle, como siempre la embajadora de esa misión seré yo. menos mal que José me quiere, y tras algunas pegas accede a realizar el encargo. Y viene la segunda parte: quedar de acuerdo con él en dónde y a qué hora. Puestos de acuerdo, ya está todo solucionado. Será al día siguiente en el hotel Heathman a las nueve de la mañana.
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