sábado, 2 de julio de 2016

Las obsesiones de Christian - Obsesión 14 - El castigo

Anastasia ya ha tomado su vuelo rumbo a Seattle.   Aún faltan horas para poderla estrechar contra mi pecho.  El problema sigue sin resolverse y estoy muy preocupado. El tema de Leila, me descoloca totalmente ¿ Por qué ha venido a mi casa? ¿ Qué es lo que busca ? ¿ Por qué no me ha llamado si necesitaba algo ? Nos separamos porque ella había encontrado a un hombre que se quería casar con ella. Sé que ella estaba enamorada de mi, pero yo no. Como sumisa era excelente: alegre, juguetona divertida.  Y como amante era extraordinaria, pero hasta ahí .  No quería compromisos con nadie, ni con ella ni con ninguna otra. Se marchó una tarde después de una sesión, en la que me dio un ultimatum: o un compromiso en toda regla, o se iba. Y se marchó. Creo que fue Taylor quien me comentó que se había casado.  Me alegré por ella, por que tuviera una vida más normal que nuestra relación. ¿ Normal ? Nuestra vida es normal; sólo que hay una minoría que la practica. Grey, ¿ es que ahora no lo consideras normal? ¿ Por qué, por Anastasia ? Con ella todo es distinto, hasta el sexo es diferente. ¡ Qué lentas pasan las horas ! .  Me  llaman de la oficina: tengo  que hacer acto de presencia para algo urgente..



- ¿ Tiene que ser hoy, Ros?
- Si Christian, tiene ue ser hoy.  ¿Desde cuándo pones pegas por algo?  Te noto muy extraño desde que has vuelto
- Está bien.  En media hora estoy allí, pero tengo que volver a casa, en cuanto se solucione

¡ Qué oportuna ! Hoy, precisamente cuando llega ella.  No voy a poder ir a recogerla.  He estado durante todo el día esperando su llegada, y cuando tengo que salir para el aeropuerto, me reclaman de la oficina. Le diré a Taylor que vaya, y la traiga aquí. Necesito estar con ella. Después de que llegue, él y Gail, pueden tomarse la noche libre. Quiero estar a solas con Ana..

- Taylor, tendrás que ir a recoger a la señorita Steele. Tengo que volver a la oficina. La traes aquí, y después podéis tomaros la noche libre. No os voy a necesitar a ninguno de los dos.

Voy gruñendo durante todo el camino. Entre unos y otros, se han propuesto amargarme la vida .  He puesto a varios detectives para  que la busquen, pero ella se escabulle como un pez. Necesita que la ayuden y ella no se deja, no quiere, ¿ Por qué, qué mosca le ha picado? ¿ Querrá volver conmigo ? ¡ Ah no !.  Si con  eso lo que pretende es  llamar mi atención, le ha salido el tiro por la culata. No me interesó entonces, y ahora mucho menos que tengo a Anastasia. ¡ Cuándo llegarás !

El avión acababa de tomar tierra, cuando Christian llegaba nuevamente a Escala.  Por fin estaría  para cuando ella entrase en el apartamento. Y salió a su encuentro, cuando el ascensor se detuvo en el piso. La abrazó con desesperación, tanta, que ella se dio cuenta de que estaba angustiado.

-¿ Qué ocurre, Christian ? ¿ Aún sigues con el problema ?
- Si, Anastasia, pero no te preocupes.  Esta noche es para nosotros.  ¡Te he echado tanto de menos!.
- Yo también.  Durante todo el vuelo he pensado en ti, y en qué sería lo que te trajo con tanta urgencia  hasta Seattle. Tenía la esperanza de que se hubiera solucionado, pero ya veo que no.  Te noto muy preocupado.  Quizá fuera mejor que marchara a mi casa
- No, no, no.. ¿ Sabes lo que he deseado que llegara este momento ?  Te necesito Anastasia; tu eres un bálsamo para mi. Contigo se me olvidan todas las preocupaciones


- ¿ Quieres hablar de ello ?  Te aseguro que soy buena oyente
- No, no deseo hablar. Sólo estar contigo.

La conduzco a mi habitación y después al cuarto de baño.  Deseo ducharme con ella, sentir su piel sobre mi piel, bajo el agua.  Que nos cubra a los dos, que nos limpie a los dos.  Es una tentación demasiado fuerte para resistirse, después de la zozobra del problema y de su ausencia. Ha sido apenas un día, pero la necesito, tanto, tanto, que no puedo esperar a salir de la ducha.  La deseo aquí y ahora.  Y la penetro tan  brutalmente, que hago suelte in gritito, más por sosrpresa que por daño que la pueda infringir. Nunca deseo hacerla daño.  Ella me corresponde, se apoya en la pared y se rinde totalmente a mi; también me desea. Y me deja acariciarla. La beso en el cuello, con suaves besos apenas imperceptibles. Y muerdo el lóbuno de su oreja, Y mis manos recorren su cuerpo suavemente, deteniéndose y apretando sus exquisitos pechos. Y bajo las manos,  y acaricio su vientre y exploro su interior.  Ella echa la cabeza hacia atrás y cierra los ojos en un éxtasis exquisito. Eres totalmente mia,   la susurro muy bajito al oído, cuando terminamos, y aún dentro de la bañera

- Quiero llevarte a mi cuarto del placer.  Y ella, sin aliento me responde que acepta, con la cabeza. La tapo con una toalla y la pongo una bata. La cojo en brazos y subo con ella las escaleras. Dejo que se recupere mientras la contemplo con éxtasis. Mi Anastasia, mi pequeña bruja hechicera. Una vez recuperada, no permito que se duerma, que es lo que pretende.  La levanto y la indico cómo debe actuar cada vez que vengamos a esta habitación. Ella dice que si con la cabeza, medio dormida. La grito " Anastasia, despierta " y ella lo hace sobresaltada.

Quiero atarla a la cruz y lo hago. Me extasio en la contemplación de su cuerpo esbelto y vuelvo a acariciarla, centímetro a centímetro. Ella se excita al mismo tiempo que yo, y la empujo hasta la pared y cojo sus piernas y la deposito en mis caderas, y nuevamente la hago mía.  La  desato y la dejo  descansar sobre mi regazo mientras la beso y contemplo su rostro hermoso que me pertenece. Pero quiero más y voy a tenerlo. La echo sobre la cama, cubriendo sus ojos con un antifaz. Deposito unos dimunitos auriculares en sus oidos para que escuche una música mientras tomo posesión de su cuerpo.  Es algo que siempre he querido hacer y por fin hoy, lo consigo.



Estoy perturbado. Quizá haya influido en mi ánimo la búsqueda de Leila, y la posesión repetida de Anastasia.  Mi cabeza es un caos que no hace más que pensar, y pensar. Necesito aliviar mi tensión. Tengo que dejar descansar a mi pequeña Ana; esta exhausta.  Decido ir al piano, mi compañero de noches insomnes.  Él me permite pensar y me alivia de tensiones. Interpreto una pieza de Chopin con el piano en sordina para no molestarla, pero ella aparece ante mi.  Se sienta a mi lado y reclina su cabecita en mi hombro.  me solicita alguna que otra pieza y yo complaciendola las toco.  Me hace preguntas insulsan como el título de la pieza.  Creo que lo que desea es tener una conversación, referente a ¿ qué ?







- Christian, aún no he firmado el contrato
-¿ Y ?
- Hemos estado en el cuarto
-No te preocupes por eso. Creo que hemos hecho tantas cosas que ha quedado viejo antes de nacer
- ¿ Con las normas será igual ?
-No, Ana. Las normas permanecen intactas
-Pero ¿ por qué ? No lo entiendo Christian
- Porque eres rebelde, y tengo barreras que son infranqueables y sin las normas, estoy seguro que las saltarías todas
- Pero ¿ por qué ? ¿ Qué es lo que no me está permitido hacer?

Alarga su mano para acariciarme, y yo retiro la cara impaciente.  Estamos rozando un terreno peligroso.  Quiere tocarme y eso no va a poder ser. Al tener el impulso de rechazo, ella se queda con la mano suspendida en el aire y un rictus de tristeza en el rostro.  La miro consternado " no Anastasia, no sufras, te acostumbrarás.  Es algo que no puedo evitar que sale desde lo más profundo de mi alma oscura ".  Ella baja la vista como buscando palabras que argumenten una conversación y de esta forma romper la tensión que se ha creado entre nosotros.

- Hablar ¿ si me está permitido ?
- Hablar ¿ de qué ?
- Deseo conocerte mejor. Hacerte miles de preguntas, y tú nunca me lo permites
- ¿Hablar como una pareja normal ?
-Exacto ¿ Eso si podemos hacerlo ?
-Déjalo ya Anastasia.  No somos una pareja normal



Se queda un momento callada, no sé si asimilando lo que la he dicho, o rebuscando en su interior algo para continuar.  De repente esboza una sonrisa, esa sonrisa que me vuelve loco, y me plantea un reto, un juego: quiere que corra tras ella y si la alcanzo, como premio obtendría una visita nuevamente al cuarto del placer.  Ante esa idea acepto sin dudar.  Ella al igual que una criatura, corre dando grititos y riendo.  Va desde la cocina al salón, alrededor de la mesa y vuelve a la cocina. Me regatea, de manera que me es difícil atraparla, y yo comienzo a impacientarme; no acabo de entender lo que persigue con este juego absurdo.  ¿ Está huyendo de mi ? ¿ Es una indirecta del vaticinio de Elena ? Pues no voy a permitírselo.  Le advierto que puede resbalar y caerse y ella se rie, y por momentos noto que me voy enfadando. Ella debe darse cuenta, que el juego ya no me resulta tan divertido, y para, acercándose a mi. Se para delante y mirándome a los ojos me suelta la pregunta del millón

- ¿ Por qué no puedo tocarte ?
- Ya te lo he dicho muchas veces: no puedes y ya. Estoy muy jodido Anastasia.  Tengo más sombras que luces... Por lo menos cincuenta sombras más
- Si supieras que para mi  ir a tu cuarto del placer es igual que a ti se te tocara ¿ me llevarías ?

Esa pregunta me deja sin saber que decir.  Descubro que va por complacerme, no porque ella necesite el placer que la proporciono allí. ¿ Qué debo decirle , la verdad ? La perdería irremddiablemente, y no quiero perderla.  Me la quedo mirando y la respondo lo mejor que puedo para no descubrir el fondo de la cuestión.

- No no te llevaría, pero eso no significa que no lo necesite
-Explícame lo terrible que es para tí que yo te toque.  Quiero saberlo, quiero conocer el por qué no puedo hacerlo.  Tal vez lo comprenda, y de esa forma no vuelva a insistir.


La miro fijamente como absorbiendo la magnitud del alcance de lo que acaba de pedirme y en un arrebato de desesperación, de angustia, o de violencia, no lo sé muy bien, la cojo por la muñeca fuertemente y casi a rastras la subo al cuarto del placer.

Ella me mira muy seria como pensando en el ofrecimiento que acaba de hacerme, alarmada y asustada ante la expresión de mi rostro.  Creo que se ha arrepentido, pero sigue adelante, y yo también.  Comienzo por trenzarla el cabello  y desnudarla.  Hago que se incline sobre la mesa y me aseguro de que desea seguir adelante.  Me dice que si y yo la recuerdo las palabras de seguridad.  Ella, casi sin aliento, totalmente asustada, dice que si con la cabeza.


-Te voy a azotar seis veces, Anastasia, y tú contarás con migo ¿ Estás seguras que quieres hacerlo?

Dice que si con un hilo de voz, acompañado por el gesto afirtativo de la cabeza.
Bien, agárrate a los bordes y no te muevas.

Me dirijo al colgador de los látigos y tomo un cinturón ancho de cuero.  Vuelvio hacia donde está ella y repito la pregunta

- ¿ Estás segura  que quieres saberlo ?
- Si, maldita sea. Hazlo de una vez.


No se si es rabia, dolor o fueria, pero aunque no la veo al rostro,creo que esta a puto de llorar.  Levanto el cinturón y lo descargo sobre sus nalgas con toda la fuerza del mundo, dejando la marca en su blanca piel. Y entonces desede un rincón recóndito de mi mente, llega hasta mi boca la palabra " puta ", y así hasta seis veces, acompañada del coro de la voz quebrada de Anastasia. Esa despreciable palabra, no iba dirigida a Ana, sino que fueron las palabras del bestia que azotaba a mi madre repitiéndola una y otra vez, hasta completar seis. Fué un destello de mi pasado, del dolor de mi infancia, de la impotencia de no haber podido defender a la mujer que me dió el ser.

Tiro al suelo el cinturón y voy al lado de Anastasia.  Quiero abrazarla, llenarla de besos, por lo valiente que ha sido.  No ha exhalado ni un quejido; miro sus cuerpo y compruebo que sus nalgas está a punto de santársele la sangre.  Su piel blanca ahora es roja con las rayas del cinturo grabado en ella.  Lejos de refugiarse en mi pecho, me da un empujón y se separa de mi. Está llorando desconsolada, y se cubre el pecho con los brazos




- ¿ Es esto lo que quieres? ¿es tu forma de disfrutar viendome en estas condiciones ? Acabo de reafirmarme: no soy mujer para ti. Nunca podré darte lo que necesitas. Te recomiendo que aclares tus ideas, tus malditas ideas sobre lo que es una relación entre un hombre y una mujer. Yo las tengo muy claras y no es esto lo que deseo.

Y girándose, me da la espalda y compruebo con dolor las marcas,  y la veo salir llorando. No termino de entender su actitud; fue ella misma la que me lo pidió ¿ por qué esa reacción tan brusca ? ¿ Acaso lo dijo por decir ? Debo ir en su busca y untar con crema su culo herido, darla un calmante y tratar de que su llanto cese.  Recojo el unguento y el calmante de mi baño, y vuelvo a subir a la que es su habitación, ya que en la mia no estaba, ni en la cocina, ni en el salón.  Está cubierta con la sábana, pero su llanto no ha cesado. Anastasia, exclamo, pero ella no se mueve ni cesa de llorar.  Suavemente pongo mi mano sobre su hombro, y sin girarse me diec:

- Yo te quiero, Christian, pero no soporto la idea de que disfrutes haciéndome daño. No soy lo que necesitas.
- No lo vuelvas a repetir más. Eres todo cuanto necesito, no quiero, no deseo otra cosa más que a ti. Como eres
- No Christian, no resultaría.  Tarde o temprano llegaría el final, y ha de ser ahora, cuanto antes. No sirve de nada seguir con esta especie de comedia que vivimos a sabiendas de que no puede ser.
- No debes quererme, Ana.  No lo merezo. Tengo un alma oscura y arrastro a la oscuridad todo cuanto está a mi alrededor. Yo te necesito, no te vayas, por favor.  Me lo prometiste, me dijiste que nunca me dejarías. Te prometo que nunca más...
- Calla Christian, ni siquiera lo digas, porque puedes estar seguro, que jamás volverás a hacerme esto. Sal, por favor tengo que vestirme.

Dudo, no quiero irme, porque se que en cuanto lo haga, la perderé irremediablemente.  Miro hacia la ventana. Llueve incesantemente; el sol se ha ocultado.  Es como si la lluvia quisiera acompañarme en mi desolación.  Ana se va.  Nos prometíamos un fin de semana maravilloso, y a cambio la pierdo, la pierdo sin remedio. ¿ Por qué aceptaría su apuesta ? ¿ Por qué ? Y vuelvo a escuchar su débil voz entremezclada con un suave llanto

- Vete, por favor.  No prolonguemos más esta agonía.

Esta vez obedezco.  Está decidia a irse y lo hará, y yo habré de pagar por lo que nunca debí hacer.  Perdí el control, en mi cabeza bailaron imágenes de mi niñez, de los momentos vividos en ese cuarto, ahora maldito. Si,  lo maldigo porque ha sido testigo del sufrimiento de Ana, y maldigo mi mano que se lo infringió.  Estoy maldito ttodo yo.  He tenido un ángel a mi lado y le he perdido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario