sábado, 30 de julio de 2016

Las oscuras sombras de Christian - Sombra 12 - Cortando el viento en el Grace

Contemplo el rostro sereno de Anastasia. Sonrie y habla entre sueños.  Yo también sonrio. Me resisto a despertarla; disfruto verla dormir con su semblante relajado, como una niña, a la que deseo cuidar y proteger siempre.  Consulto mi reloj y compruebo que falta poco para que llegue la doctora Green: he de despertarla.  Después de esa visita, saldremos a tomar un poco de aire que despeje nuestra noche de incertidumbre y alarma.  Allí la tendré segura y para mi.  Suavemente beso su frente y ella se rebulle dejando al descubierto parte de su cuerpo desnudo.

- Despierta dormilona, es muy tarde- la digo acariciando su mejilla
- Christian... déjame un poco más
- No puede ser, Ana.  La doctora estará aquí en unos minutos.



Ella protesta por mi intromisión en su intimidad ¿ Intimidad ? Entre nosotros ya no hay intimidad.  Nos pertenecemos el uno al otro, sin reservas. Ella sigue protestando, pero la calmo a base de besos y caricias. Pero son momentos peligrosos, porque al contacto con su cuerpo, no se si tendré paciencia para no tomarla de nuevo, y la Green está a punto de llamar a esa puerta.  Lo dejaremos para más tarde.  Ella me sonrie, al  adivinar mis lascivos pensamientos, y creo que ella estaría de acuerdo conmigo.  La doy un azote en el culo y ella da un respingo, levantándose inmediatamente.

Nuestro desayuno se ve interrumpido por la doctora, que puntual a su cita llega para revisar a Anastasia.  Cuando sale de la revisión, observo que el semblante de Ana ha cambiado; se muestra preocupado que a mi vez hace me preocupe ¿ Qué sucede ? Se lo pregunto y ella me responde airada por un principio de alarma: un posible embarazo.   Pero me tranquilizo cuando me dice que sólo había sido una   posibilidad, que al final no ocurrió . Dejó de tomar la píldora al separarnos.  Me asegura que no hay nada de lo que tanto me inquieta.  Sería desastroso en este momento.  La quiero para mi solo; no entra en mis cálculos tener un bebe.  Está de mal humor, pero puede que se deba al cansancio de la noche anterior, que francamente, fue perturbadora  en algunos aspectos, no así en nuestros contactos antes de dormir. Posiblemente una buena ducha mejore su genio.

Nuevamente estamos uno frente al otro bajo la cascada de agua. Le lavo el cabello y ella entorna los ojos complacida. En una manopla deposito un poco de gel y se la entrego: deseo elimine los restos del lápiz de labios. Le advierto que tenga cuidado y ella suavemente  procede a limpiarlo.


No puedo evitar tensarme; se que no traspasará el límite, no obstante la tensión se nota en mi rostro y en mi cuerpo.  Ella se detiene y comienza a llorar.  No puedo soportarlo, no debe hacerlo por  mi. Levanto su rostro que ha reclinado sobre mi pecho, y eso no me tensa, no me molesta, al contrario me agrada, la siento mía totalmente..  Se que anhela tocarme y le hago saber que es algo que no soportaría.  Ella expresa la necesidad que tiene de hacerlo, porque es su modo de decirme que me quiere, que todo el mundo me quiere y que no entiende porqué rechazo el cariño de todos cuantos me rodean.  Lo rechazo de plano, pero al mismo tiempo pienso que es lo más dulce que me ha dicho nunca, y que mi necesidad de ella es sencillamente porque mis sentimientos no son sólo de protección,  sino de algo más, algo que nunca he sentido por ninguna otra mujer, porque el amor que siento por mi madre, es totalmente distinto al que siento por ella, y en una pregunta suya queda resumida la definición, que hasta entonces no me había parado a pensar nunca

- ¿ Tu me quieres ?

Y ante esa pregunta, mirándonos ambos fijamente, de mis labios brota una respuesta, sin pensar, sin que mi cabeza intervenga.  Sólo mi corazón.  Y la miro fijamente recorriendo su rostro con mi mirada; mis labios se entreabren y dejo escapar lo que durante tanto tiempo he guardado en mi interior

- Si.  Te quiero.

Su alegría es visible ante mi. ¿ Es lo que siempre había buscado ? Y siento alivio y unas ganas tremendas de estrecharla junto a mi, de transmitirla todo lo que siento, y que ahora se muestra claramente ¿ cómo he podido no darme cuenta de ello?  La quiero desde que la vi por primera vez en mi despacho.  Siempre la he buscado, y al perderla  fue lo más terrible que me ocurrió desde que mi madre biológica murió ante mis ojos. La aprieto contra mi, y ella hace lo mismo,. Y así, desnudos, bajo el torrente de agua de la ducha, nos quedamos durante unos instantes.  Ahora sabemos que lo que hay entre nosotros no sólo es sexo y placer, sino algo más profundo, más noble y más hermoso.  Al salir de la ducha la arropo con un albornoz y ella me mira de una forma interrogante; en algo está pensando que no alcanzo a vislumbrar.  Toma una toalla pequeña y con suave golpecitos me va secando los brazos.  La miro sin parpadear ¿ qué será lo que piensa hacer ? Coge una toalla y mi mano,  posando la suya sobre la mia, y así los dos a un tiempo, comenzamos
una liturgia secándome los hombros, los brazos, el lugar prohibido, pero que al sentir mi mano no se tensa, sino que se relaja. Hacemos lo mismo por el pecho, al tiempo que ella deposita dulces besitos, breves besos sobre mis brazos y yo entreabro mis labios en un leve suspiro, y ella fija su mirada penetrante en  mi para ver mi reacción y en ella ve que la necesito que deseo hacerla mia una vez mas, porque ella es mi alimento espiritual y le pido permiso para amarla y ella me responde que también me necesita y de nuevo la poseo, nos poseemos, y  suave, dulcemente somos un solo cuerpo.



Estamos tumbados uno junto al otro y yo acaricio suavemente su espalda desnuda  y ella sonrie complacida.  Alaba mi conducta que dice es tierna y rememoramos la primera vez que estuvimos juntos; ambos sonreimos al recordar la expresión que debí tener al confesarme que era vírgen.  No puedo evitar reír.  Fue la mayor sorpresa que me he llevado nunca.

Vamos contentos después de nuestros escarceos amorosos tempraneros, y aliviados al conocer uno y otro los sentimientos que nos unen.  Recuerdo el motivo por el que estamos en el hotel y me desvío de la ruta para entrar en un concesionario de coches.  He de comprarle uno a Anastasia. El Audi lo enviaré a limpiar y lo venderé.  Ese no es coche para ella. Habrá de ser otro distinto, que no nos recuerde los malos momentos vividos, ni el destino que había imaginado para ese coche.  Está claro que Ana no es,  ni será nunca mi sumisa, pero no me importa.  Con ella tengo todo cuanto pueda desear, no necesito más, sólo a ella. No tiene idea de lo feliz que puede hacerme.  En repetidas ocasiones ella me ha dicho lo mismo, pero ahora sé exactamente lo que quería decirme cuando lo comentaba.  Me siento nuevo, renovado, y querido, aunque a veces rechace ésto,  Todo es nuevo para mi.  Nunca antes me había sentido así, y no quiero que termine nunca, porque ella me infunde esperanza y me hace pensar en lo que Flynn me planteó en una ocasión y que rechacé de plano.

Entramos en el concesionario de Saab. Me mira perpleja; no sabe lo que estoy pensando y tengo miedo de que una vez más rechace mi regalo, que éste si será de graduación.  La miro con recelo, pero al final, con alivio veo que lo acepta.  Un poco a regañadientes, al principio, después lo acepta y nos ponemos de acuerdo en el color.

Volvemos a la carretera y ella, extrañada, me pregunta dónde vamos.  No quiero adelantarle nada; deseo que sea una sorpresa, que conozca el entorno del que me rodeo y que es desconocido para todos, menos para mi familia.  Ahora ella lo conocerá, porque es parte de mi restringido universo, pero es el eje central de todo él.


Comeremos en el bar de Dante; le conozco desde hace tiempo, desde que venía para disfrutar del Grace, cuando en solitario navegaba.   Hoy lo haré con ella, y será la primera mujer,  que no es de mi familia,  que compartirá ese placer conmigo.  Quiero que comparta todo conmigo, porque es parte de mi vida. No se me ha olvidado nuestra discusión por un solomillo, así que hoy elegirá ella el menú, pero se lo insinuaré, puesto que desconoce lo que puede degustarse en este bar del puerto.  Después le mostraré el Grace, mi orgullo y mi disfrute.

Y al poco nos encontramos frente al katamarán, y ella se asombra al verlo y al conocer su nombre.

- Es en homenaje a mi madre. A ella se lo debo todo; la vida también. Yo adoro a mi madre

No sé porqué se extraña de ello, y me explica que siempre me muestro muy frio con ella, muy distante.  Eso me hace pensar. Efectivamente, la beso muy de pasada, y sé que ella suspira por poder abrazarme, pero eso no significa que no la quiera con toda mi alma. ¡ Es mi madre !.  Ella sabe el motivo y siempre me ha respetado; no es que no quiera que lo haga, simplemente, al igual que a Anastasia, es superior a mi, y han de contar con ello.

Subimos a bordo y presento a Liam a mi novia Anastasia.  Le conozco desde hace tiempo; entre los dos elegimos a los ingenieros que habrían de construir mi barco.  Este marino irlandés nunca me ha preguntado nada, ni se ha extrañado de nada, pero ahora al saber que esta linda muchacha es mi novia, una luz de alegría se ha reflejado en sus ojos.  Ambos nos disponemos a zarpar y lo hago contento, feliz, nervioso y ansioso por mostrar a mi chica las excelsas aptitudes de Grace, mi katamarán, con el que surcaremos el aire
y las azules aguas del estrecho de Puget. La siento ante mi, en el timón. Somos libres recibiendo en el rostro,  las salpicaduras del agua,  mi chica y yo.

Hacemos una parada en una cala. Liam baja a tierra, quizá con alguna intención, la de dejarnos a solas.  Yo la conduzco hasta mi camarote;  deseo estrenarlo con ella, otra primera vez.  Al suave balanceo del barco, la digo por primera vez que ella es mi timón y la colmo de besos y caricias. Nuestro tiempo es limitado.  Liam volverá enseguida, así que el preludio ha de ser corto, peo lo tendremos, porque deseo poseerla en todos los sentidos. Quiero que sienta mis caricias cuando paseo mi mano por su cuerpo, Por sus pechos, por su vientre, por su sexo,


Y beso su boca con ansia y muerdo su barbilla y su labio, ese labio que me vuelve loco cada vez que lo aprisiona con sus dientes.  Es toda mía. La quiero y me quiere. Ella ya no se muestra  tan tímida delante de mi desde que conoce la profundidad de mis sentimientos.  Me muesta su desnudez totalmente,, quizá  porque sabe   que la amo.  Y por primera vez, observo que no tiene la tendencia a taparse cuando desnuda, está frente a mi.   Que ya no se intimida si recreo la vista por su cuerpo y me detengo en cada una de sus curvas, y paseo mi mano, poseyéndola,por la parte más íntima de su cuerpo. Y le hago gemir y encorvarse y entornar los ojos de placer y lascivia.  Nos deseamos de una forma primitiva, sensual y sin ambages.  Nos mostramos tal cual somos y estamos.  Eso es lo que amo de ella , y lo que no tenía antes.  Porque lo anterior era un placer sexual únicamente, ahora es amor y deseo lo que nos conduce al ansia de pertenecernos,  de estar uno dentro del otro, en la forma que sea. No necesito más, sólo a Ana y es mia total y enteramente..  El tiempo pasa veloz y aún no hemos hecho el amor, así que  sin perder un minuto, la penetro y ambos, mecidos por el vaivén del barco llegamos al clímax más intenso y embriagador que podríamos sentir.  Tras breves momentos de relax, beso su boca y me levanto, y me visto apresuradamente. Liam, está atracando la motora al Katamarán. Le señalo el cuarto de ducha y doy un último vistazo al cuerpo desnudo que se me muestra tendido en la cama.


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